martes, 13 de noviembre de 2012

viernes, 19 de octubre de 2012

Rumores de la ciudad sin río

Rumores de la ciudad sin río














Poemas
José Luis Ruiz Castillo

Diseño y composición: Pau Santesmasses



 Fotografía: Didac Santesmasses



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I

Los árboles tienen ramas de melodías
Que se elevan con suavidad, empujadas por las brisas del alma
Y el cielo que entra en los ojos
Cuelga desde los límites de las estrellas
Hasta el enloquecido carnaval cotidiano
Desde la sombría choza hasta el silencio animal del miedo.

El que lleva gritos y mugidos hasta el pecho
Va entretejiendo olores y humedades
Mientras se enturbian las ventanas ilimitadas de la noche.
Y ya ni el canto vacilante se acoge en las cortinas del oído.

Procesiones de fieras, largas filas de ovejas
Cuevas abandonadas y aires ennegrecidos por el humo
De los cuerpos desnudos, convertidos en  templos del odio.

La tristeza se expande por un mundo de incendios
Y, desde pequeño, el pecho se estrella en el paisaje
De gritos y vahídos que vagan por la hierba
De los jardines.

Vacilante, el bosque de palabras
Se concentra en los ruidos, violín animal de verde ritmo
Que se esconde en los angostos rincones de la infancia.
Y va olvidando las calles y las praderas
Como esas tierras que el orden ha abandonado
-en el múltiple azar de los desvanes,
de los panoramas cerrados donde se pudre el  alma-.

Y todo entra y sale al interior del sentimiento
Transformando el latido, cambiando los paisajes
Enhebrando el destino, disponiendo las notas más agudas
En el azul escenario de la noche.

La cabeza aturdida por el bronco rumor,
El corazón alucinado por innumerables heridas
La vista víctima de infinitas falacias.
Pensó que quizá alcanzaran las manos un tiempo,
Unos instantes en que la dicha inundara las venas
Y solo llegó un otoño de ansias
Y el silencio animal del miedo. El indiferente titilar
De las estrellas.




II


Las lágrimas llenan el cielo,
Una ventana clara que recorta el paisaje,
La luna pone una sonrisa sobre el horizonte
Cuando las calles y los bulevares insisten
En arrejuntar miles de caras anónimas
Errando entre las manos equivocadas del destino,
Encerradas en la rendija opaca,
Espoleados en la búsqueda inútil.

Todo se hace arena bajo los pies,
Sangra la herida que las alas de los ángeles
Abren en el alma.
Se troncha el árbol de la emoción
Y un profundo entrechocar de tormentas
Atemoriza los rincones
Y el hilo del dolor
Tuerce una vuelta más el corazón.
Mientras, las nubes tejen el coraje
Alrededor de esa incansable marea de la vida
En tus manos.

A través de las ventanas entra la canción sencilla
De personas y paisajes lejanos.
Viene el viento que hace imposible olvidar
Las diminutas lágrimas que han viajado en las nubes.
Las flores que nacen el  filo de las estrellas.
Y caen a los pies del corazón
Todos los vientos antiguos de la nostalgia.

Hay momentos en el fondo de los ojos
Que tiñen de tristeza los gestos del cuerpo
Y ponen paisajes doloridos en el alma.

Un terrible alarido de cristales
Rompe la brisa que acaricia rumores de sauces
Y encrespa la superficie de las aguas

El gesto interminable de las caras
Ahonda  los rincones oscuros de la pasión
Y la desvaída arena de los sueños.

El mundo va arrollando en continuos espasmos
Las ansias, los deseos,
El alma candeal de los infantes,
La negra oscuridad de los muertos…
Las lágrimas inútiles del cielo.

III

IMPROMPTU



La delicada mano que ha de tañer las cuerdas
La palabra sencilla que hará vibrar los ojos
El gesto exacto y oportuno que atiende generoso…
Y un laberinto de bosque muerto y puentes rotos.

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Ennegrecido el panorama por dentro del pecho
Y atacado por el furor de lo desconocido…
Recostar la cabeza cansada en el cojín.
Poner la vista dolorida en un verso.

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Noviembre tiene tardes de árboles rojos,
Extraños bosques que con la lejanía
Reparten colores en los montes, azules, pardos, negros…
Un viento de melancolía contra los ojos.
Noviembre tiene lágrimas de lluvia,
Sangre que se refugia entre las ramas
Y un aire rumoroso de almas doradas.

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Entrar en el salón y ver los trozos
Del jarrón roto en el suelo
Y las flores del júbilo marchitas
Mientras la luz crepuscular
Enturbia las pupilas.

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A veces las noches son terribles
No tienen ni colores ni forma.
Noches en las que pierdes la voz
En un trasfondo de cuchillos.
La oscuridad te fuerza
A sentir su filo sobre la piel
¡Noches!

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El marco del paisaje en la ventana
Pone color de ocaso en la mirada.
El corazón ansioso forma el latido
Más allá del remanso vespertino.


IV


                     “…y me iré callado
                         entre los hombres que no se vuelven, con mi secreto.”
                      EUGENIO MONTALE
                      Huesos de sepia

Todo es arena bajo los pies,
y ante los ojos, espejos.
El hondo océano de la vida
pone su peso de hierro
sobre la espalda.

Gentes de mirada tierna
en la emoción cercana del pecho.
Vagos reflejos del caluroso callejón
entrando por la estrecha rendija
del balcón
que colaba el resuello.
de las voces lejanas.
Susurros del tiempo…

Las manos recogían los pétalos
que en el viento flotaban,
escurriéndose lentos por los dedos
y las luces cruzaban
el cauce de los versos
hasta entrar en los ojos.

Una cascada de gestos,
traspasaba el aire de vidrio
trayendo el invisible eco
de los árboles,
de las casas,
de los hombres,
de las muchachas felices
y golpeaba en el tambor del alma.


V


Cálidas hojas caídas,
Reverberación de estrellas,
Tarde final del otoño
en la que miras
las bóvedas oscuras
de los ojos.
La media luz del ocaso
siembra la melancolía
en el corazón.
Jirones de nubes rojas
llueven su tristeza
sobre la ciudad.
El rumor lejano y rítmico
rueda por las calles.
El bullir sereno del alma
recorre los rincones del recuerdo
y sientes la nostalgia de las cosas perdidas
y del tiempo ladeado
por senderos retorcidos que desembocan
en tempestades antiguas.
El jardín pone sus olores
en las manos del viento
y una incansable fuente
repite su canción de agua cansina.
A lo lejos la repiten las ranas
y una cortina de viejas imágenes
ciega los ojos dormidos en el aire.
El corazón yace agobiado
con el oscuro bochorno del verano.
Tranquilamente bailan las hojas en los árboles.
Y un aroma de madreselvas
roza la cara.
Nerviosas luces lejanas
brillan en el aire de farolas y ventanas.
Y la música sutil de una guitarra
se va agarrando a las estrellas
con sus manos de doradas.

 

VI


Mayo llegó… era raro.
Traía frío y flores
Y una primavera más
sobre la espalda.
Un viento suave
meneaba las hojas verdes
de los árboles
y alrededor empezaban
a empujar las flores.
Dentro del alma,
un olor intensísimo
de violetas
abre un río de ascuas.
VII

Una sonrisa sonrosada, aletargada,
Aletea por las tapias  de la infancia.
Las rosas que se olvidaron de las  horas.
El tiempo está turbio
Y una explosión de abril renueva los ojos del recuerdo
Los pétalos primeros, las piedras del cimiento…
El jardín primitivo
exhala los aromas de un pellizco de albor entre la carne.
La mirada perdida en el sendero
Va ahogando de colores las entrañas
Y la nostalgia es un mundo henchido
Que se acuna en los brazos del recuerdo.
Un contorno de luces, flores  y montañas
Que flotan por el viento,
Recorre el agua libre de la mar.
El cuerpo  desata los enredados hilos del mirar
Y las venas van empujando brisas de recuerdos.
La tierra libre y generosa se dispersa bajo los pies.
En el aire se rompen los barrotes del alma.
Las penas del oprobio se deshacen al aire.
La luz llega hasta el cuerpo
Y la bonanza inunda el pecho.

VIII

VOLVER
                            “…guardo una esperanza humilde…”
                               Alfredo Le Pera. Volver

Alrededor del pasado
Puedes contemplar la cinta
De aquel tiempo que registra
Todos aquellos momentos
Que en un instante se juntan
Entre las manos. El temblor
Mueve tus dedos, corazón,
Y el frío metal te apunta
¿Hacia delante, hacia atrás?
En ese delgado hilo
En que haces equilibrios
Y empiezas a caminar
Por las calles tenebrosas de la noche.

































IX
          A  J.A. Goytisolo
                     19 del 3 de 1999 
          I
Es un número extraño.
En medio de las calles brotan
los metálicos brillos
de las luces,
latidos de ciudad
de cristal innombrable.
Yo traía en la mano
el número enigmático
entre edificios tristes,
por árboles sin pájaros,
detrás de las estatuas sin piedad,
por los parques sin versos.
Y el número agrandaba
y se iba extendiendo
cuando tu ya no estabas.
           II
Quizá nadie lo sabe
pero moríste mirando a la muerte.
Tal vez fue del cansancio
de luchar cada día
contra todos los vientos,
tal vez huyendo de la bestia
que levanta sedienta
su cabeza por todos los confines,
tal vez hablaste largo rato
con ella,
 tal vez te sorprendió
a contrapié.
Pero a pesar de las penas:
"te sentiste metido en un gran sueño,
te sentiste morir tranquilamente,
te sentiste completamente libre."

En esta lenta primavera de acíbar
tu ya no estás aquí.
Brotarán las pequeña hojas verdes,
reventarán las yemas amarillas,
pero tú ya no estás aquí,
empujando con vigor el tiempo.

X

Quizá nadie sabe morirse.
La propia muerte…
Tal vez por el cansancio,
Tal vez por huir de la bestia,
Tal vez por luchar contra el viento…
Se levanta sedienta la cabeza
Por los largos confines.
Se habla largamente
Y en un momento,
Ella sorprende a contrapié
Y amasa las penurias con la mano
Y distribuye cuervos
Por todas las esquinas.
Un horizonte gris
Cercano de la mar
Que lanza olas de espuma negra
Sobre la negra soledad.
XI


 El ámbito del aire suena oscuro
Trozos de quejas y latidos aletean  en la brisa.
La precipitación del animal tropieza con las rocas
Y se abren los  pórticos que llevan a los tristes altares.
Los hombros se humedecen con las lágrimas
Que manan de la frente del alma.
El cielo extiende los ojos con  una suavidad de copos de algodón.
El júbilo se contagia y la piel recoge las gotas luminosas del entorno.
Unas manos de niña acarician el perfil de la tierra.
El rumor de la vida va acrecentando los relojes del alma
Mientras se alejan los tiernos lirios de la infancia.
Entretanto, en  los valles del pecho crujen las quejas
La noche recompone alicientes, albricias y delirios.
El difuminado torreón del sueño
Apacienta sedosos amaneceres.
La respiración atempera los ritmos y serena  el deseo.
Como un cansado oleaje de nostalgias
El viento aletea entre la hojarasca de los sentidos
Y los astros como gotas de lluvia refrescan los sentimientos.
Dentro del cuerpo la antigua ansia de claridad
Contiene constelaciones, hilos de voz sin tiempo,
Eternos cielos y alientos  de piel tersa y macerada
Anhelos transparentes en las venas.
La sutil claridad  entra en las sienes.

XII

Tierno soñar pusiste en la maleta
La tarde de otoño en que tu voz se quebró.
Golpeaste las paredes con la tristeza de un amanecer de olas.
Herido del ensueño, acariciaste con nostalgia los pétalos del alma.
El humo del suspiro dibujó en la penumbra
Un rostro dolorido y tu palabra se hizo sombra
Entre un ramo de marchitos latidos.
El poniente está triste y tus costillas son oleada de sal.
A los ojos se asoma  una plegaria de agua.
Viaja la vida hacia la mar.
Hay un aroma de viola acariciando la piel del alma
Y un oscuro camino de cipreses ocupa el horizonte.
Tierno soñar en los jardines del deseo.
Estremecido, el corazón recoge la cosecha
De las ramas del tiempo.
Hay un aroma de paraíso lejano en cada puerto
Y un mensaje de albatros en el alma, en cada travesía,
Un sueño de inquietudes lejanas en cada partida.
Una pasión que empuja por  los mapas de la tierra
Las ansias de la vida. El corazón alegre coge las barandillas,
La mirada traspasa las sierras  y los días.
Pero en el fondo del pecho, el cielo y la mar son negros.
Sólo un rayo de endebles esperanzas atraviesa el misterio.
El paisaje de la vida se va alejando en temblores
Y vaivenes, sobre la inmensa sima.
Cambiarte los zapatos en la escalera de la vida.
¿Hacia dónde?
¿Qué importa?
Sólo un gesto en las manos.
Adiós.

XIII


Ya has visto el fondo
Solo turbidez
Y arriba el aire
Que exprime la humedad del duro aliento
De rama en rama
Recorriendo el camino
El eco canoro del alma
Que va desde la tierra a la piedra
La sombra que protege los sueños
Y el fondo oscuro donde pone
Su retina el afán
El hombre pelea contra el viento
Los sufrimientos, la piedra
Le arrastran contra el fondo
Como un dios caído contra el suelo
En la penumbra del desconcierto

XIV
Agosto marca con su ardor
Mordeduras de sol entre la siesta
Líneas interminables de agua reposada
Neblina de canícula
Noche tersa y azul
Rebosante de fiestas y luciérnagas
Huele a caricias
Bajo la cabellera fugaz de las estrellas
El paisaje tiene recuerdos recientes
Y las espigas se mecen
En el afán de la tierra
El viento atormentado
Llena el espacio del bochorno
Y se trenzan los sueños
En ese ahogo de cigarra
Que se expande en el alma

XV

Sol de la mañana, tibio,
sol de invierno cariñoso,
desborda tu luz el marco de mi ventana:
Ancha calle que en sus brazos encarama el ritmo frío de invierno.
Un  tierno impulso de sangre recorre la geometría
del  paisaje
y el corazón se pasea por el bosque de las vidas,
recorre  cada rincón de la casa del recuerdo.
La habitación adornada de luz matinal, de muebles viejos, de deseos y ansias
va cerrando lentamente  las heridas de los sueños.
Un temblor de dioses viejos recorre las vitrinas de vidrios antiguos
y el alma va abocando su licor tembloroso en las copas del tiempo.
Va destilando la vida su perfume calmoso en los floreros.
El camino del cuerpo aprende la pasión de los números del calendario
A lo lejos oigo un llanto y entra de golpe una pena por la ventana.
En el pecho una brecha de tristeza.
Aún la escarcha pone luz fría en los ojos y un pellizco
en la piel de la habitación.
La mirada y las arterias se anegan de recuerdos.
Ansioso de sol el cristal del invierno pone vaho
en los rostros de la calle.
Hombres solos, caras ateridas, mujeres solas. Ritmo de aire.
Las manos recortan los gestos de un caminar huraño.
Son los tumbos del ruido callejero
Por las húmedas aceras.
El contraluz entra en el espíritu
con levedad de humo.
El viento trae palabras oscuras
que entran por el alféizar de la ventana.
Bambolean los sentimientos.
Invierno, mundo, ansia, recuerdos, dolor, corazón, vida.
El temblor de la chimenea lanza pavesas de caricias al cuerpo.
Da un regusto de alegrías prendidas.
Nostalgia es la música que enzarza emociones lejanas del pasado.
Tiempos de amor, momentos del corazón cabalgados por los días,
melancolía en los latidos.
Sol del mediodía interno.

XVI

Un instante de aire que afina los martillos del corazón.
Una lluvia de tiempo que remueve las costillas de la desolación.
Un estruendo de melenas que invaden el cielo en los sueños.
Un silencio que recuadra el horizonte ( al despertar el alba).
Un estertor interior que sacude cada instante de decepción.
Un lugar de sombras locas que recorre las acequias del recuerdo.
Una ristra de momentos que encadena los paisajes de la infancia..
Una selva de columpios en la melancolía anciana.
Un espinazo de esfinge que aguanta el misterio del dolor.
Un clamor negro que encrespa el contorno del afán.
Una valla de cipreses que sombrea los escombros de la vida.
Una mujer esperando, tendida en el arenal.
Un golpe seco y cortado que retumba en los timbales del vientre.
Un latido en el paisaje rítmico de las pupilas.
Un espacio de ecos viejos donde se lamenta el alma.
Un instante de estrellas en la música del corazón.
Un jirón de añoranza con perfiles de ceniza.
Una sirena húmeda atrapada en el hilo del teléfono.
Un tizón humeante entre las dos rodillas.
Un velo ansioso flotando alrededor de la cintura.
Una  mano cariñosa.
Un caballo sobre el viento y un hombre sobre el cemento.
Una canción que murmura: “Es la vida…”.
Una palabra que cura los daños de las heridas.

XVII


Las calles anchas  y largas
Que bajan del monte al mar
Llevan aire, llevan luz,
Llevan fuego oculto y sueños.
Baja la vida por ellas como un torrente sin freno.
Rueda el mundo
Reunido desde lejanas montañas,
Desde las lejanas playas,
Desde extrañas avenidas
Que envían su voz, sus rostros
Retales de sus tejidos: Rincones…Recuadros rotos…
Urbana piel, perfiles móviles, leves gestos de mujer.
Voz ronca.
Todo el tiempo se amontona
En viejas piedras, voces perdidas, gestos desahuciados
Registro recuperados, rechinante fragor.
Mapa multiforme de árboles,
Rodal de algarabía y atardecer de tejados sin horizonte.
Los ocasos escondidos ya no tienen arreboles
Y en el inmenso mar de pensamientos y ventanales
Se amontonan latidos largos y angustias,
Palomares orgullosos y tristes rostros cautivos y puñaladas.
Las calles anchas y largas van al corazón,
Llevan sangre y la gente las recorre
Con ansiedad que le embriaga.
Lacera el alma con sueños.
¡Víctimas de las plazas!
Son los rumores de la ciudad sin río.


XVIII

Rincón oscuro donde acaban las calles.
Una farola tenue y un amor de ventanas.
La melodía en tu boca acariciaba el alma.
Tu cabello era el viento
Y la esquina tu talle
Cuando el rumor del aire
Recorría tu carne
Y rodeaba los sueños
De inquietudes
Y acariciaba el alma candente.
Escondidos amantes
Deshojaban lejanos secretos
Y encendían las turbias pasiones del corazón.
Los rumores oscuros de las ensoñaciones
Y el placer de tu nombre
Endulzaban sus labios.
La música tejida por los latidos ebrios,
Abrumaba el piano de tu piel.
Lloraban melodías que ocupaban el paisaje.
El cielo tembloroso debajo de los pies
Se llenaba de árboles y ángeles.

XIX

Estaba herido el tiempo.
Entre tus manos la tristeza era el borde del corazón
Y en el rincón oscuro del olvido
Abandonada la ilusión.
El humo que escondía los pálidos reflejos del dolor
Enturbiaba la mirada con sombras del soñar.
El eco del querer golpeaba tu nombre
Entre las sienes de un terrible paisaje
Sombrío de caminos y recuerdos.
Música tenue del rincón del olvido,
Amargura de flores marchitadas,
Vana pasión.
Las estrellas perplejas, parpadean.
El cielo es un telón
Y en la calle el golpear del viento lleva el son
De los recuerdos viejos del amor.
Por la calle pasea la nostalgia
Y una lágrima borbolla
Bajo  el amparo de un farol.
Una ventana claroscura
Por la que todo pasa y se aleja.
Una ventana con rejas.

XX

Y levantar la cabeza
En esta gran marea
De olores y ruidos
Corazones y árboles
Y recoger el aire libre
Balcones vacíos
Rostros y mareas de empujones
Un horizonte quebrado
De dudas, esperanzas y pasión
Un camino de siempre
Las calles ramificadas
Con la pátina del tiempo
Las piedras
Las palabras incompletas

XXI

Cuando llegué, llovía,
ancha como el gentío, la calle
se llenaba de gotas de luz herida
y una extraña melodía mezclaba
gritos y notas, rumores de la noche
y ruidos llenos de agua,
de cristales, de amigos.
El cielo temblaba frío
y los olores urbanos acariciaban el rostro.
Agua y barro en los zapatos
y un viento frío en las manos.
Saludaban los hombros mojados
y sorprendía a los ojos
el grueso manto de la noche.
Calles, casa extrañas, retorcidas piedras.
La calle es un largo río
que arrastra bajo sus aguas
misterio, dolor y desazón en el alma.
El viento se llena de campanadas
Y el corazón golpea
los  telones de la noche.
Los árboles chorrean
Y yo miro las lejanas rendijas del ansia.
Bajo la noche, el deseo
abre las ventanas del vuelo de la emoción
y los destellos del alma conturbada
son arrastrados a las playas de la vida
donde comienza la mar.

XXII

Aquel callejón oscuro tenía un farol sin luz.
Al fondo un silencio húmedo
y la pátina del tiempo recubriendo las fachadas.
En la acera había una flor
y un montón de sensaciones en el oscuro rincón.
Los recuerdos escondidos detrás de aquel portalón
y unas sombras recostadas delante de la ventana.

El viento rasca los muslos
y el amor llena el rincón que guarda música y sol.
El silencio es suave y me  acaricia el aire alrededor.

XXIII

Yo he visto la avenida
como un río de gritos,
viento que se eleva o barre,
ojos entre las rejas
de los viejos jardines,
apretones de ansias
en las esquinas
zarpazos de furor
entre los dedos

XXIV

Me he perdido en el sueño
Me he dejado llevar
Como un puñado de vilanos
Arrastrados hasta el final del cielo.
Allí donde caen los pájaros  cansados.
Espejuelos que engañan, pisadas inseguras
Y miradas vagando en las esquinas.
Rostros aturdidos y tristes en los que el cuerpo errante
Busca carne, terreno o piedra.
Los faroles oscuros se pierden en la noche
Mientras los  ojos ciegos tantean
La vereda que está aún por hacer.
La frente macerada por los golpes del tiempo
Busca viejos recuerdos donde poner los pies.
La larga hilera de árboles cautivos
Recorre los senderos del corazón desorientado
Y la noche acaricia una luna engañosa
Sin horizontes ni destino.
La bruma envuelve los latidos
Y los pasos se pierden por las calles oscuras
En las que empuja el peso de la vida.
La esperanza aturdida se angustia
Y el horizonte  negro y lúgubre se espesa
Y en el alma se clavan rejones
Y no se sabe a donde ir.

XXV


Y las calles van rodando hacia la mar
Por las esquinas de todos los olores.
Tienen las farolas un parpadeo febril en la noche
Tienen el aroma viejo de besos y de antiguas flores
Bajo la brisa loca en sus revuelos
Roba las esperanzas y trae anhelos
Junto al chaflán
Una lluvia de pulsos cae bajo la luna
La luz tirita
Y blanquea las manos que acunan tus senos
Hoy, de noche,
Se funden en los recuerdos las esquinas de hierro del jardín
Con las estrellas ciudadanas
Chispean entre tus brazos
Los balaustres florecidos
Y un golpear de luciérnagas se derrama por las ventanas
De un paisaje conocido y sereno
De paseos joviales y sedientos
Hoy es el mismo viento
El que mueve las ramas y las hojas del alma
Lo demás ha cambiado
Aquello permanece en el recuerdo
Rumor de claroscuros plátanos
Y un trayecto de taxi viejo
En el acelerado corazón

XXVI


              “He dicho que la ciudad estaba fundada sobre una meseta de piedra.”
                 J. L. Borges

La piel de la ciudad desgarrada.
Tiene rasgones anchos
Por los que asoman piedras de pueblo viejo.
Pasado en que se pierde la vista.
Rotos que gotean las huellas.
Marcas dejadas por las almas.
Pedazos mágicos de herencia :
los cimientos de la voz escondidos
y el sentido flotando en los mismos aires milenarios.
Tal vez los mismos gestos perdurables
Quedan en un rincón de la tierra.
Remanso de la atmósfera.
Mar golpeada
Y rodales en que emanan las emociones viejas.
Arcanos que retornan.
La codicia de tocar el suelo bajo los pies,
Las mismas caricias,
Las mismas flores,
Las mismas nupcias,
Una brisa de instantes que revuela las sedas y los cabellos
Relumbra entre collares y de ajorcas.
Las mismas galas,
Las mismas inquietudes bajo el ocaso:
Abrazos que en el viento se marcharon.
Y sin embargo, de todo eso,
Quedan los átomos en las venas,
En los ojos que miran
Las aristas de las piedras
Y los gestos en mármol encarnados.
Y en las facciones que sombrea
El sol poniente de la tarde, palabras.
Palabras… que le dejaron las horas y los siglos.

XXVII

y levantar la cabeza
en esta gran marea
de olores y ruidos
corazones y árboles
y coger aire libre
sol desvelado y balcones vacíos
rostros y olas de empujones
un horizonte quebrado
de dudas y esperanzas y pasiones
un camino de calles empinadas
con montañas y bosques en el fondo
la pátina del tiempo en las mejillas
piedras, palabras, gestaciones

XXVIII

Los árboles tienen ramas de melodía
que se elevan con  suavidad
empujadas por la brisa del alma
y el cielo que entra en los ojos,
cuelga desde los límites de las estrellas.
Hasta el enloquecido carnaval cotidiano
tiende la sombría cortina del silencio.
El río que lleva los gritos
va entretejiendo olores y humedades,
se enturbian las ventanas
y el rostro recibe el deformado gesto del temor.
Ya ni el canto vacilante se acoge en los mantos del oído.
Un arco de deseos inservibles se convierte en ruido.
Procesiones de fieras, largas filas de orejas,
chozas abandonadas, aires ennegrecidos...
En los cuerpos desnudos mora el templo del tedio
y la tibieza se va por el mundo de los hierros.
Desde el pequeño pecho se estrella el paisaje
de los gritos que vagan por la hierba
y, vacilante, el bosque de pasiones
se concentra en el haz de las palabras.
Violín animal de verde ritmo
que se esconde en los angostos rincones del recuerdo.
Va ordenando calles y praderas
abandonadas al olvido.
En el múltiple azar de los desvanes,
los paisajes aprisionan las almas
y todo entra y sale por los pasillos del sentido
hacia un destino de melodías ocultas
en la penumbra de la noche.
La cabeza aturdida por el ruido,
el corazón atenazado por la herida,
la vista troceada por los vidrios,
las manos alcanzadas por el hielo...
Quizás alcanzara el tiempo un pedazo de vena
o un otoño de ansias,
quizás la temblorosa quietud de las estrellas.

 XXIX

Las lágrimas llenan el cielo y una ventana clara
 recorta el panorama. La luna pone una sonrisa
 en el horizonte.
Cuando las calles insisten en juntar los rostros anónimos,
encerrando el destino, abren una rendija opaca.
Todo es arena y los pies rozan las alas que los ángeles
despliegan en el alma. Se troncha el árbol,
de la emoción y un profundo entrechocar de tormentas
amplía sus rincones.
El hilo del dolor
tuerce el gesto y fía una vuelta más al corazón.
A través de las ventanas entra la canción
de paisajes lejanos  y viene el viento
atravesando los campos del olvido.
Las diminutas lágrimas viajan por las nubes
y las flores renacen en los límites de las estrellas.
Caen a los pies todos los vidrios de la nostalgia.
Y los prados de los ojos se tiñen de tristeza.
Un temblor de cristales
inunda la larga habitación de las pasiones.
La terca imagen se refleja en el agua del sueño
y la desvaída arena del deseo
inunda de lágrimas el cielo.



XXX
                                En un recital de José Hierro

No había espejos, solo ojos,
y ese recio contar sus versos
con su gran voz  de acero.
Muchas miradas fijas en la emoción
lejana de su pecho.
Venían los reflejos
por la estrecha rendija
que colaba el resuello.
En su voz navegaba
sólido y leve el tiempo.
Las manos recogían las palabras
que en el viento flotaban.
Escurriéndose leves por sus dedos ,
los sentimientos
y las luces cruzaban
el cauce de los verbos.
Hasta entrar en los ojos,
una estela de gestos
cruzaba el invisible eco.
La emoción golpeaba
en el tambor del alma.
Su perfil era un rudo
compás en la velada.
Y el corazón entretejía latiendo
las palabras.
Su voz era de hierro.

XXXI      



Sol de la mañana, tibio. Sol de invierno, cariñoso.
Desborda tu luz él marco de mi ventana. Ancha calle
que en sus brazos encarna el ritmo frío de invierno.
En tierno impulsos, la sangre recorre la geometría
del paisaje y el corazón se pasea por el bosque de la vida.
recorre cada rincón de la casa del recuerdo.
La habitación adornada de luz matinal,
De muebles viejos y anhelos,
va curando lentamente  las heridas de los sueños.
Un temblor de dioses viejos
recorre las vitrinas del deseo
y el alma aboca licores viejos
en las vasijas del tiempo.
Va destilando la vida su perfume calmoso en los floreros.
El camino del cuerpo recoge las pasiones
y las rosas del recuerdo.
A lo lejos se oye un llanto como una brecha
de viento en el reloj.
La piel da la habitación se llena
de arterias. La mirada gira ansiosa de sol
hacia el cristal de invierno
y pone vaho en los rostros de la calle.
Hombres solos, caras ateridas, mujeres solas.
Ritmo de aire
y las manos cortan los gestos fríos de un caminar huraño.
El contraluz entra en la paz del alma
con levedad de humo.
El viento trae palabras oscuras que chocan con la ventana.
El temblor del fuego lame la piel del cuerpo,
y la melancolía los latidos del tiempo.

 

 

XXXII


Calles anchas y largas,
el monte y el mar quebrados
por las piedras, por los ruidos.
Aire y luz que vagan en los sueños
por los que rueda el mundo.
La piedra reunida
trenzando los retales del tejido:
Rincones, paredes rotas, ruinas escondidas.
Por la oscura luz de las esquinas
cruzan voces roncas y gestos de mujeres doloridas,
perfiles turbios que agitan
la tristeza de otoño de las avenidas.
La piel urbana tiene
un bul1icio de ojos
que danzan entre el cielo y los zapatos
persiguiendo los mil rostros del tiempo.
Una sombra furtiva rebusca
la voluptuosidad
entre su alma de placeres
impedidos. Un perfil consumido
hace el esfuerzo de levantar el día.
El mapa reúne los árboles cansados
en un atardecer de tejados carcomidos
y en el inmenso mar de ventanales
se amontonan angustias y latidos.
Las calles anchas y largas
van al corazón y la gente las recorre
arrastrando el olvido.

XXXIII


Las luces de la calle
van dejando,
 húmeda soledad
en el hondo abanico de los ojos.
Tenue ruido de relojes 
rodea las esquinas 
y a lo lejos las sombras suenan
con apagado eco de cartones.
Las ventanas se esconden
como rotas estrellas en las nubes y
el silencio te aplasta
por turbios callejones sin salida.
Por la noche el cansancio
se abraza al esqueleto
acumulando los fracasos del día
y arrastrando la esperanza
hacia rincones perdidos.
Yo sé que es triste la noche
por las aceras solitarias,
que el silencio lanza mordeduras
de lobo hambriento al alma,
pero a veces, cuando los astros se convocan
y el viento caprichoso
te conduce por sendas ignoradas,
de aliento lúbrico,
sobre la piel del cuerpo
caen pétalos de pecado
que perfuman alegres
las paredes de la pasión
y la entreluz del alba.


 

XXXIV

                

MAS ALLÁ DEL TIEMPO Y EL COLOR


Cara de sonrisa dulce,
un gesto de indecisa luz
y el temblor en las pupilas
En el centro del talle el corazón
Formas diligentes en el cuerpo
 
 
En un rincón de la calle
Sueños, nieblas y recuerdos
Que han cambiado
Sensaciones, sentimientos
Sombras de la rueda del tiempo
 
 
La penumbra de la magia mueve el aire
El estupor de la piel se esconde
Entre los labios  que tiemblan
Palabras entrecortadas

Los aleros que recortan trozos oscuros de cielo

 
XXXV         

Gris y lluviosa
Mañana melancólica de octubre
Chapotean los zapatos en las calles
Y lejanas repican las campanas
Pasan tristes las caras por las aceras
Y las hojas secas yacen en el barrizal
Lagrimean las fachadas de las casas
Y el algodón ennegrecido de las nubes
Cubre el cielo
Las gotas de agua brillan en las ventanas
Como tus ojos en el fondo de la sala
El agua turbia va rodando por las calles hasta el mar
Lloran los árboles
Llora el viento
Lloran los canalones
Y en el aire inquieto y húmedo
Los olores de la tierra mojada
Se mezclan con un suspiro
Los recuerdos han huido como un pájaros con frío
Y se alejan los años como los árboles del camino
Mientras el alma llora
La tristeza del tiempo perdido
Llueve y el agua va rodando
Desde el monte hasta la mar
Y los ojos humedecidos
Brillan apenas cuando cae la tarde
Por las calles grises y sucias del arrabal
Con un rumor sordo
Con movimientos negros
Se llevan en los hombros
El ataúd.


XXXVI



Las tengo aquí
Fruncidas en la frente
Frenéticas las ansias....
Y entrecortada el alma
Las sombras enredadas
En los resuellos del  redaño
Arrancados por
La dolorosa presión de la pena,
Quejumbrosa
Que  empuja las paredes del pulmón
Se inclina ante los ojos
El inmenso mundo destruido










































HÁLITO












I

Flamas de   piedra antigua
que se abren y cierran
como la luz del día
con el sol
con el soplo de vida
que empujan, desde la mar, las brisas
al tiempo
a los lentos avatares de los días.
Crepúsculos
encerrados en oscuros callejones
que conducen recuerdos
y pulverizan los siglos.
Los lóbregos rincones por donde
han caminado ánimas, leyendas, mitos,
penurias, traición y muerte, gestos  y vanidades.
Escondidos lugares, que desde el viejo impulso,
heredan el contorno
que la sangre impulsiva
va conformando
en manos de alarifes, canteros, alfareros
e insaciables vecinos
que con sus manos tercas
dan formas conocidas
a la tierra .


II

El poder es la piedra
que resiste los años
y encadena los rostros de las generaciones.
Pasando por los largos caminos
Que recorren el tiempo
Y  recogiendo  trozos
De lejanas palabras que flotan en el viento.
Atravesando calles
Con los ojos abiertos
Para beber las cosas que flotan en los huecos.
Henchidos de todos los colores
Que caen sobre el cuerpo.
La antigua fuente
Brota en el fuego 
De los  anhelos.
Y el corazón atareado por los sueños
Va
        recorriendo
                                 el
                                          cielo.
 III

Calle de la nostalgia,
la luz del sol se recoge
y va entornando suave
el blancor de las fachadas.
El viento mueve las flores
sorprendidas de la tarde.
Se rompió de golpe el aire,
y los pájaros se fueron
a esconderse entre los árboles.
El recuerdo de su rostro,
entrevisto en la ventana,
la nostalgia de aquel día
de lluvia, otoño y tormento,
la última vez que le vieron
asomada a la ventana
entre claveles de plata
cabellos de alegría.
Un doloroso vacío
se clavo entre mis espaldas.
(Ay! calle de la nostalgia
en la que se acaban, rotas,
las copas de la esperanza.
Las ilusiones marchitas.
(Ay! nostalgia de los días
en los que se es feliz
y no se siente la herida.
Ella se fue nos sé donde
y los balcones gimieron
entre el olvido y la noche.
Se quedó la calle oscura
sin faroles y sin flores.
(Ay( calle de la nostalgia
los latidos se me encogen
cuando recorro tus piedras,
cuando golpeo sin respuesta
los rodos aldabones
de su puerta.

IV

La lluvia cae de nuevo
sobre la tarde gris,
dejando estrellas  vivas en la acera.
Cae y refresca
las almas sofocadas y los campos.
Cae retumbando
en el cristal azul de la mirada.
Las gotas como lágrimas
de una profunda pena
encerrada en el oscuro aire del otoño.
Caen desde las nubes
que ocultan el sol y las estrellas.
La lluvia cae de nuevo sobre las muchedumbres
que vagan por las calles
sin anhelos.
Cae melancólica,
apagando los troncos encendidos,
sobre las aguas de los ríos,
sobre la arena del desierto,
sobre mi corazón.

V


Estaba el tiempo herido entre las manos,
la tristeza en el borde de tu corazón.
En el rincón oscuro del olvido, la ilusión.
El humo que subía en pálidos reflejos
emborrachaba la cabeza, llenando de sombras el soñar.
El eco del licor golpeaba tu nombre
entre los muros de un terrible paisaje
sombrío, de recuerdo heridos.
Música oscura, flores tronchadas,
espacio dolorido de la pasión.
Las estrellas perplejas.







RESQUICIOS





I



Abres la puerta,
en el oscuro quicio,
como fina hendidura
que rasga al negro velo
da los tiempos o el trapo negro
del presente, rebuscando
una rendija, clara
como los brazos de los amantes.
Brazos como bucles lacios,
exacto esfuerzo que busca,
amontonando días
la claridad o el más ínfimo espacio
por donde poner sobre una silla al corazón y rebuscar
el hondo trasiego de la mar,
entre el ámbito difícil y feraz.
La raíz del impulso,
la razón del latido,
los fríos actos que prolongan la vida,
llevan por el torcido cauce de los días
al consuelo,
a la resignación de querer derrotar
los trágicos designios de las catástrofes.


II

MALQUERENCIA


Por el mundo
va rodando la noche
con el corazón triste
y la cara adusta  
y altanera la frente coronada
- pensamientos y espinas -.
Una tristeza enmarca
el fracaso del paso
ilusionado en la fe adolescente
- vida, camino, amor -.

[ Cuánto humillado, vano,
¡oh! tiempo cruel en los delgados
murales de los llantos. ]

Delante va arrollada
la sonrisa del viento
y el peso ahogado del latido.

El oscuro y cansado
paredón del suspiro
que envuelve las miradas
y rueda por el mundo,
como una espada,
incesante y aguda.


III

REQUIEBROS



El mar que ondula
el suave contoneo,
refleja por tus ojos
los abismos amargos
de los silencios.

¿Dónde quieres dejar
el aire inmenso,
el  torrente incontable
de deseos, de aires,
de querencias y olvidos?

Estas líneas que trazan
el horizonte opaco
en el filo cortante
de tus ojos.

El abanico mueve
las discreciones.

¡Deja de ser febril
sobre el inmenso valle
de la penumbra,
este valle
déjalo ya¡


IV

ESQUIVA



¡Ay!
Gestos de despedida,
con el  golpetazo cruel
del hierro. Las  costillas
y la mentirosa cara
de la venganza escondida.
Indiferencia.

El turbio afán del abismo

que hace en la boca caminos.

 

Tú, que miras con locura

las trazas de amor y olvido,

despectiva y sonriente,

cegando el caño y la fuente.



 

 



TRES RECADOS


 


V

cordialmente en domingo



El sol lanza su eco
en la tarde de marzo.

El mar deja sus ojos
dentro de la ventana
sin ni afueras ni adentros...
la ventana del viento. 
Disculpas que tiene el aire
en el fragor
oscuro del crepúsculo interno.

Un desliz de arena fina
deja  falacias de huellas.

Abandonada en el tiempo,
cuajada la página de la vida
- la estampa de sal y agua
que dejó el viento en las manos -.

En el resbalar del tiempo
se olvida el mar
entre el cielo.


VI

con amistad


Las palabras hervidas
al calor fragoroso,
- calor del sentimiento -.
tienen, en esta tarde
fraternal del café
y del afecto,
un laberinto dentro.

Se equivocan, a veces,
el habla, la mano, el lapicero, el abrazo, el aliento.
Las personas del corazón por dentro,
Rezuman, con paso incierto,
el cansancio que invade el horizonte
del ocaso.

!Qué decir
cuando el zapato, sobre el cielo,
tropieza
con las piedras
de un momento agorero!

 VII

con afecto

Ahí, en lo fraternal,
en su trazo continuo
de importancia y humor,
está la luna clara, escondida en el quicio,
en las noches de viva algarabía,
y en los ratos de brillos y nocturnos
que empaquetan los vidrios recogidos
y trasiegan memoria al corazón.

Allí resbaló la fuerza
y dando eses la lengua,
trepidó la erre y la equis
en las falacias someras
que llevan el almidón
hasta los pliegues del alma.

Amigo, amigo
¡Cuánta distancia de mundo
hay entre el corazón
de la gente!


VIII

VARIANZA
En el pedazo de aire iluminado
la mujer era un gránulo de piedra,
los perros paseaban sus aullidos
por los ahuecados rizos del jardín
y un ruido tormentoso de automóviles
tendía los tentáculos de la tristeza
por las ventanas borrosas
y somnolientas.

El tamarindo con estrechos brazos
tendía sus temblores
por el aéreo camino de las rendijas.

El peso de las lágrimas
atormentaba
el fugitivo camino
donde se pierde la eternidad
que aguijonea la vida.

El humo que rodeaba las palabras
y formaba con los sueños
escapados de las manos
los pórticos de la noche.

En el pedazo iluminado
de los mares del pecho,
anchos como el desierto,
caían los granos de la sal
que rodaban por la cara.

Llegaban al mar profundo
de la pena
que deja
un montón
de huesos
en las lágrimas.

IX

LA MIRADA QUEBRADA EN  EL TEMOR DEL OLVIDO
Era la esquina oscura
donde el aura,  perfil
adolescente, aguardaba
con el temblor
de unas flores de olvido
en la mirada.

Sus ojos buscaban
en los anillos de la lejanía
las riberas ansiosas de la respiración
y las promesas de amor
desencajadas
entre los gestos del corazón.

- El tiempo pasaba
con los brazos
enterrados en el olvido
y la muchacha tejía
la media noche
entre sus cejas -.

Su alado rostro palidecía
y regaba los lirios de
la desesperanza.

Pero caía la  ceniza
y un aguijón de olvido
laceraba la carne
de las diosas heridas.

Por las esquinas oscuras
nadie llevó sustento
y la luz
se perdió
en su cráter
de volcán destruido.


X

Sidi Hamed


días de tormenta gris,
de ventisca y de pena,
de arena y de tristeza,
de sangre,
de sol poniente y dunas,
con óxido de tubos metálicos
y agujeros,
¿ hasta dónde llegáis... ?

Las manchas de sangre
saben a luz de cuchillo.
sueños de la mar,
inmensas dunas que esconden
el crimen
lluvia, llanto,
de sidi hamed,
corazones de niño en el barro
Coro,
corazones de niño en el barro
CORO:
      - Corazones de niño en el barro
ORO:
      - Corazones de niño en el barro,
niños asesinados.
XI


TIEMPO DE OLVIDO



Sobre los montes,
los ojos de los cielos
están abiertos
y el viento lagrimea
sus rincones llorosos.

La vía láctea se enreda
en tu pecho de Agosto.

-A las ocho del alba
subid al campanario
mi sufrimiento -.

No quiero ver
el oscuro terror
de los lamentos.

Solo tengo en mis manos
mis versos y tu fotografía
y, en el suelo
la tristeza tendida.

- El nido que la muerte
depositó en tus hombros –

No quiero ver
cómo lloran los jardines del pecho.
No puedo.

-A las ocho
tirad mis sufrimientos
al cementerio.-


XII


RETRATOS REPENTINOS

I.-

Andaba lentamente
- era risueña-
y sus facciones tenían
un color sonrosado
que incendiaba los labios.
Escondía el repullo
de sus facciones tibias,
abriendo el corazón
por los huecos del sueño.
Corazón sorprendido
ante la vida.
Era carne desnuda
que llevaba en los ojos
una tristeza muda.
El profundo dolor
de un amor de recuerdos
dormía en su silencio.
………………………….
Andaba lentamente por las calles,
Huyendo - miedo y tedio -.



2.-

Se bañaba en las sombras
de las persianas,
jardín oscuro y tibio
de sus palabras,
persiguiendo
las duras esperanzas
de la mirada.
En sus ojos
nadaban las sirenas
de las plazas sin playa,
donde los ojos buscan
el agua de las lágrimas.
Una  muchacha blanca
con la sangre dorada,
esperaba en sus brazos
las olas de las ramas.


3.-

frunció las cejas
y aplastó la colilla con los dedos
sus ojos se turbaron,
entre las luces negras
del espejo
un oleaje denso de suspiros
se quebró por los muros del viento
océanos del pecho
do nunca brilla el sol
miraban con nostalgia
los floreros
y abrazaban los sueños
con un dolor de estrellas
en los prados risueños
relámpagos de ímpetu
trajinaban su nuca
y hundía sus latidos
en la melancolía de las nubes
que cruzan las ventanas
(las tardes del recuerdo.)

4.-

La ventana entreabierta
buscaba el horizonte del tiempo.

(El sol se resguarda tibio
entre los pinos sin viento.)

Una caricia suave
que abre el fondo del pecho
desataba el botón del sueño
y entraba por los vidrios y los postigos.

Estremecía el silencio.
- y el movimiento lento
de sus cabellos negros
se adueñaba del aire,
del alma y del aliento – .

Borrosos lazos de abrazos
cerraban la luz del cielo
y los rincones se abrían
con los latidos sedientos.
Y doblaba su cabeza
sobre aquel mármol mugriento.


XIII



PARA AQUEL NIÑO QUE PERSEGUÍA EL VIENTO CON SU ALEGRÍA

La esquina de la calle
redobla sus sonrisas
y unos golpes de sol
bailan en sus pupilas.

Los niños, entre los plátanos,
pasean risas y bicicletas
por los senderos del alma.

Las sombras que se levantan
con una somnolencia melancólica,
elevan sus brazos lentos
por los altos ventanales
de las fachadas.

Los niños van distraídos 
por las alegrías
robadas al paraíso,
ignorantes del ocaso.

Los niños revoltosos de aire y griterío
empujan a los sueños
sin saber hacia donde.
Como todos.

XIV



PARA LA PEQUEÑA OUE IBA SALTANDO LAS FLORES CON SU MIRADA  BLANCA


CARNE DE OFICIO

Llevaba  entre la piel
las rejas de una cárcel

Mujer de hora dormida
y repentina historia
de ansias turbulentas
y ausencias carcomidas

Unas gotas de pena
soñaban en sus ojos
con color de arco iris
y un hilo de ternura
flotaba por su aliento.

Recorridos abiertos
por el estambre lánguido
de sus venas, se enredan
naufragando en las aguas
de pasiones inmensas.

Una tormenta errante
debatía sus alas como una mariposa
girando en los relámpagos
de sus latidos tercos

En un cielo de lirios
vagaba su mirada
latiendo entre sus pechos
un paisaje de velos.

Una triste alegría,
vagaba en sus mejillas.
y las huellas del tiempo
amarraban su piel.

XV


GOTAS DEL TIEMPO

Nadie quiere mirar
ni compartir el gesto
de un recuerdo
enterrado en las huellas del tiempo.

El humo de las flores
lamiendo las paredes
y el sueño amarillento
prisionero en la frente.

¡Dejad la luna agonizando
en la ventana!

La carne suspiraba
por las sombras lejanas
en el cielo del pecho.

En un rincón de sábanas
el ocaso bermejo
tiene luz y sabores
de recuerdos
antiguos y de abrazos.

El temblor de la noche
esparce la soledad
por las venas,
todo queda encerrado
mientras los ángeles
de melodías destempladas
gritan gestos de flores olorosas.

En los labios,
imágenes del mundo roto,
entre los ojos,
un rayo de sol amanecido.

Blanquean las manos bajo los cielos.


XVI


Retrocede la edad,
los cantos del camino hieren
y en la mirada dulce
se esconden las aristas
de los recodos de la vida.

Saltos y tropezones
en las sombras oscuras
del camino. Sol y nubes.

El tiempo saja heridas
en la piel del deseo.
La tierra entera sangra
y una flor de hojas tibias
se esparce bajo de las estrellas.


XVII


Tiene ansia ese gesto
de recorrer las calles
cogiendo en las esquinas
ese viento delgado
que enfría mi perfil
y pone la estatura en las pupilas.

Cansar los pies hasta el límite
que trazan las almas y los autobuses
contemplando las sombras que envuelven
las fachadas del ensueño.

El mar de vidrio
se extiende rodeando los ojos,
los árboles, los pájaros, los perros
y los ancianos que arrastran
la dolorida historia
de su cuerpo.


XVIII


El jardín tiene aire
de regazo
y en los parterres suenan
las risas de los niños.

Cuando en los días sin nubes
el sol mete los dedos
en esos ojos tiernos
y el tiempo claroscuro
bate  sus alas lentas
por el espacio inmenso
el alma distendida,
con la cara brillante,
deja jadeando el pecho
y las rodillas sangrando…
la niña corre alegre
entre las flores.


XIX


EN EL ESPEJO


Extraño eco de la vida.
Con el alma ávida de trasfondo y preguntas,
Se miran temblorosas las figuras
Yendo hacia el infinito.
Los abismo de la palabra
son sentimientos y deseos truncados.
Todo lo acumulado chorrea
imágenes y reflejos
de un mundo de azogue roto.
Las espaldas resentidas,
los recuerdos arrugados en el suelo
y las penas dobladas en la percha.
La luz tiene el brillo fugaz de una sonrisa
y en las paredes  queda colgado
el reflejo de la noche.


 BAILES



DANZA ONÍRICA

Bailan los zapatos del amor
Enredados en las baldosas de la juventud
Soles, lunas, estrellas
La claridad caótica de los relámpagos
Explota en las entrañas
Y los latidos golpean las sienes
Al ritmo de las ansias
Los susurros
Tropieza con los pies
Y las manos recorren el sudor
De los nervios
La cuerda del deseo
Se tensa con el febril ardor del sueño
Y el fuego crece
En la penumbra del pecho.

DANZA INTERNA

Abatido e inmóvil,
con los pies atados
al duro suelo de plomo
hundido el cuerpo
en estas rocas duras del destino.
Herido por el propio vestido
y con la memoria hundida en el ritmo
que golpea la tierra con los pies olvidados.
El cuerpo hundido en los cimientos
de otros tiempos.
Los ojos atados a los barrotes del alma
y la voz incrustada
en las enormes piedras
que oscurecen el mundo.
Deja que tus manos
muevan las raíces
del turbio vino
que danza al son divino
dentro del alma.
DANZA

Los brazos desnudos en el aire
El fuego extiende lenguas ardientes
Los cabellos giran revueltos
Una serpiente ávida se yergue
Las telas del vestido van cayendo en el suelo
Sonidos minerales vibran la carne
Brillan en el espacio las sonrisas
Los muslos se estiran erguidos desde el suelo
El viento tiene ritmos de corazón violento
La cintura se rompe.
                                      
DANZA SIN MÚSICA


La noche baila con su aureola luminosa
 En silencio las líneas  embrujadas
Recogen vientos antiguos
Y dibujan sueños olvidados en el alma
Rosas de fuego en la mirada
Y en el campo inmenso de las sombras
Saetas de alegría y rabia.
 Severa  faz de lirio
Junco acariciado por el aire
El delirio y el misterio
Se entrelazan esta noche en el quejido roto
Del silencio.

 

 

 

 

 

 

 








 

 

 

MUDANZA

 

La vida es continuo cambio

Unas veces para arriba

Y otras veces hacia abajo.

 

El corazón es un cajón

En el que se mezclan el humo,

la fuente el grito y el dolor.

 

Cada día es nuevo el tiempo

Que engendra la risa y el amor.

Y cada cambio es un paso

De melancolía y dolor.

 

Y cada ocaso es un sueño

De  pasiones y colores
Que entran por el cuerpo

Hacia  el olvido negro de la noche.



























 


 



NECESIDAD DEL PANORAMA

        
                                 “ …veo hombres, algo así como árboles que se mueven…”
                                    Marcos 8, 24.

¿Quién sabe como miraré tus ojos
aquel día?
Recordar cómo será la imagen.
Perpetuar en el aire
aureolas y luces
de la niñez.
Ver como miraré el recuerdo.
De las voces que decían
Palabras dibujadas en el aire
La línea soñada del mar
Las palabras que dijo
ando a tientas
mirando el lejano rodar del horizonte.
Vuelo del corazón hacia paisajes cercanos
entorno vivido
desde el tiempo del tierno corazón.

 Para poder volar en el perfil del día
Por los aires del tiempo.
Hace falta la tierra
 Que sostenga tus pasos.


  r e s q i c i o s









josé luis ruiz castillo
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josé luis ruiz castillo
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