sábado, 27 de octubre de 2012
viernes, 19 de octubre de 2012
Rumores de la ciudad sin río
Rumores de la ciudad sin río
Poemas
José Luis Ruiz Castillo
Diseño y composición: Pau Santesmasses
Fotografía: Didac Santesmasses
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I
Los árboles tienen ramas de
melodías
Que se elevan con suavidad,
empujadas por las brisas del alma
Y el cielo que entra en los ojos
Cuelga desde los límites de las
estrellas
Hasta el enloquecido carnaval
cotidiano
Desde la sombría choza hasta el
silencio animal del miedo.
El que lleva gritos y mugidos
hasta el pecho
Va entretejiendo olores y
humedades
Mientras se enturbian las
ventanas ilimitadas de la noche.
Y ya ni el canto vacilante se
acoge en las cortinas del oído.
Procesiones de fieras, largas
filas de ovejas
Cuevas abandonadas y aires
ennegrecidos por el humo
De los cuerpos desnudos,
convertidos en templos del odio.
La tristeza se expande por un
mundo de incendios
Y, desde pequeño, el pecho se
estrella en el paisaje
De gritos y vahídos que vagan por
la hierba
De los jardines.
Vacilante, el bosque de palabras
Se concentra en los ruidos,
violín animal de verde ritmo
Que se esconde en los angostos
rincones de la infancia.
Y va olvidando las calles y las
praderas
Como esas tierras que el orden ha
abandonado
-en el múltiple azar de los
desvanes,
de los panoramas cerrados donde
se pudre el alma-.
Y todo entra y sale al interior
del sentimiento
Transformando el latido,
cambiando los paisajes
Enhebrando el destino,
disponiendo las notas más agudas
En el azul escenario de la noche.
La cabeza aturdida por el bronco
rumor,
El corazón alucinado por
innumerables heridas
La vista víctima de infinitas
falacias.
Pensó que quizá alcanzaran las
manos un tiempo,
Unos instantes en que la dicha
inundara las venas
Y solo llegó un otoño de ansias
Y el silencio animal del miedo.
El indiferente titilar
De las estrellas.
II
Las lágrimas llenan el cielo,
Una ventana clara que recorta el
paisaje,
La luna pone una sonrisa sobre el
horizonte
Cuando las calles y los bulevares
insisten
En arrejuntar miles de caras
anónimas
Errando entre las manos
equivocadas del destino,
Encerradas en la rendija opaca,
Espoleados en la búsqueda inútil.
Todo se hace arena bajo los pies,
Sangra la herida que las alas de
los ángeles
Abren en el alma.
Se troncha el árbol de la emoción
Y un profundo entrechocar de
tormentas
Atemoriza los rincones
Y el hilo del dolor
Tuerce una vuelta más el corazón.
Mientras, las nubes tejen el
coraje
Alrededor de esa incansable marea
de la vida
En tus manos.
A través de las ventanas entra la
canción sencilla
De personas y paisajes lejanos.
Viene el viento que hace
imposible olvidar
Las diminutas lágrimas que han
viajado en las nubes.
Las flores que nacen el filo de las estrellas.
Y caen a los pies del corazón
Todos los vientos antiguos de la
nostalgia.
Hay momentos en el fondo de los
ojos
Que tiñen de tristeza los gestos
del cuerpo
Y ponen paisajes doloridos en el
alma.
Un terrible alarido de cristales
Rompe la brisa que acaricia
rumores de sauces
Y encrespa la superficie de las
aguas
El gesto interminable de las
caras
Ahonda los rincones oscuros de la pasión
Y la desvaída arena de los
sueños.
El mundo va arrollando en
continuos espasmos
Las ansias, los deseos,
El alma candeal de los infantes,
La negra oscuridad de los
muertos…
Las lágrimas inútiles del cielo.
III
IMPROMPTU
La delicada mano que ha de tañer
las cuerdas
La palabra sencilla que hará
vibrar los ojos
El gesto exacto y oportuno que
atiende generoso…
Y un laberinto de bosque muerto y
puentes rotos.
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Ennegrecido el panorama por
dentro del pecho
Y atacado por el furor de lo
desconocido…
Recostar la cabeza cansada en el
cojín.
Poner la vista dolorida en un
verso.
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Noviembre tiene tardes de árboles
rojos,
Extraños bosques que con la
lejanía
Reparten colores en los montes,
azules, pardos, negros…
Un viento de melancolía contra
los ojos.
Noviembre tiene lágrimas de
lluvia,
Sangre que se refugia entre las
ramas
Y un aire rumoroso de almas
doradas.
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Entrar en el salón y ver los
trozos
Del jarrón roto en el suelo
Y las flores del júbilo marchitas
Mientras la luz crepuscular
Enturbia las pupilas.
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A veces las noches son terribles
No tienen ni colores ni forma.
Noches en las que pierdes la voz
En un trasfondo de cuchillos.
La oscuridad te fuerza
A sentir su filo sobre la piel
¡Noches!
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El marco del paisaje en la
ventana
Pone color de ocaso en la mirada.
El corazón ansioso forma el
latido
Más allá del remanso vespertino.
IV
“…y me iré callado
entre los hombres que
no se vuelven, con mi secreto.”
EUGENIO MONTALE
Huesos de
sepia
Todo es arena bajo los pies,
y ante los ojos, espejos.
El hondo océano de la vida
pone su peso de hierro
sobre la espalda.
Gentes de mirada tierna
en la emoción cercana del pecho.
Vagos reflejos del caluroso
callejón
entrando por la estrecha rendija
del balcón
que colaba el resuello.
de las voces lejanas.
Susurros del tiempo…
Las manos recogían los pétalos
que en el viento flotaban,
escurriéndose lentos por los
dedos
y las luces cruzaban
el cauce de los versos
hasta entrar en los ojos.
Una cascada de gestos,
traspasaba el aire de vidrio
trayendo el invisible eco
de los árboles,
de las casas,
de los hombres,
de las muchachas felices
y golpeaba en el tambor del alma.
V
Cálidas hojas caídas,
Reverberación de estrellas,
Tarde final del otoño
en la que miras
las bóvedas oscuras
de los ojos.
La media luz del ocaso
siembra la melancolía
en el corazón.
Jirones de nubes rojas
llueven su tristeza
sobre la ciudad.
El rumor lejano y rítmico
rueda por las calles.
El bullir sereno del alma
recorre los rincones del recuerdo
y sientes la nostalgia de las
cosas perdidas
y del tiempo ladeado
por senderos retorcidos que
desembocan
en tempestades antiguas.
El jardín pone sus olores
en las manos del viento
y una incansable fuente
repite su canción de agua
cansina.
A lo lejos la repiten las ranas
y una cortina de viejas imágenes
ciega los ojos dormidos en el
aire.
El corazón yace agobiado
con el oscuro bochorno del
verano.
Tranquilamente bailan las hojas
en los árboles.
Y un aroma de madreselvas
roza la cara.
Nerviosas luces lejanas
brillan en el aire de farolas y
ventanas.
Y la música sutil de una guitarra
se va agarrando a las estrellas
con sus manos de doradas.
VI
Mayo llegó… era raro.
Traía frío y flores
Y una primavera más
sobre la espalda.
Un viento suave
meneaba las hojas verdes
de los árboles
y alrededor empezaban
a empujar las flores.
Dentro del alma,
un olor intensísimo
de violetas
abre un río de ascuas.
VII
VII
Una sonrisa sonrosada,
aletargada,
Aletea por las tapias de la infancia.
Las rosas que se olvidaron de
las horas.
El tiempo está turbio
Y una explosión de abril renueva
los ojos del recuerdo
Los pétalos primeros, las piedras
del cimiento…
El jardín primitivo
exhala los aromas de un pellizco
de albor entre la carne.
La mirada perdida en el sendero
Va ahogando de colores las
entrañas
Y la nostalgia es un mundo
henchido
Que se acuna en los brazos del
recuerdo.
Un contorno de luces, flores y montañas
Que flotan por el viento,
Recorre el agua libre de la mar.
El cuerpo desata los enredados hilos del mirar
Y las venas van empujando brisas
de recuerdos.
La tierra libre y generosa se
dispersa bajo los pies.
En el aire se rompen los barrotes
del alma.
Las penas del oprobio se deshacen
al aire.
La luz llega hasta el cuerpo
Y la bonanza inunda el pecho.
VIII
VOLVER
“…guardo una
esperanza humilde…”
Alfredo Le Pera.
Volver
Alrededor del pasado
Puedes contemplar la cinta
De aquel tiempo que registra
Todos aquellos momentos
Que en un instante se juntan
Entre las manos. El temblor
Mueve tus dedos, corazón,
Y el frío metal te apunta
¿Hacia delante, hacia atrás?
En ese delgado hilo
En que haces equilibrios
Y empiezas a caminar
Por las calles tenebrosas de la
noche.
IX
A
J.A. Goytisolo
19 del 3 de 1999
I
Es un número extraño.
En medio de
las calles brotan
los
metálicos brillos
de las
luces,
latidos de
ciudad
de cristal
innombrable.
Yo traía en
la mano
el número
enigmático
entre
edificios tristes,
por árboles
sin pájaros,
detrás de
las estatuas sin piedad,
por los
parques sin versos.
Y el número
agrandaba
y se iba
extendiendo
cuando tu
ya no estabas.
II
Quizá nadie
lo sabe
pero
moríste mirando a la muerte.
Tal vez fue
del cansancio
de luchar
cada día
contra
todos los vientos,
tal vez
huyendo de la bestia
que levanta
sedienta
su cabeza
por todos los confines,
tal vez
hablaste largo rato
con ella,
tal vez te sorprendió
a
contrapié.
Pero a
pesar de las penas:
"te
sentiste metido en un gran sueño,
te sentiste
morir tranquilamente,
te sentiste
completamente libre."
En esta
lenta primavera de acíbar
tu ya no
estás aquí.
Brotarán
las pequeña hojas verdes,
reventarán
las yemas amarillas,
pero tú ya
no estás aquí,
empujando
con vigor el tiempo.
X
Quizá nadie sabe morirse.
La propia muerte…
Tal vez por el cansancio,
Tal vez por huir de la bestia,
Tal vez por luchar contra el
viento…
Se levanta sedienta la cabeza
Por los largos confines.
Se habla largamente
Y en un momento,
Ella sorprende a contrapié
Y amasa las penurias con la mano
Y distribuye cuervos
Por todas las esquinas.
Un horizonte gris
Cercano de la mar
Que lanza olas de espuma negra
Sobre la negra soledad.
XI
XI
El ámbito del aire suena oscuro
Trozos de quejas y latidos
aletean en la brisa.
La precipitación del animal
tropieza con las rocas
Y se abren los pórticos que llevan a los tristes altares.
Los hombros se humedecen con las
lágrimas
Que manan de la frente del alma.
El cielo extiende los ojos
con una suavidad de copos de algodón.
El júbilo se contagia y la piel
recoge las gotas luminosas del entorno.
Unas manos de niña acarician el
perfil de la tierra.
El rumor de la vida va acrecentando
los relojes del alma
Mientras se alejan los tiernos
lirios de la infancia.
Entretanto, en los valles del pecho crujen las quejas
La noche recompone alicientes,
albricias y delirios.
El difuminado torreón del sueño
Apacienta sedosos amaneceres.
La respiración atempera los
ritmos y serena el deseo.
Como un cansado oleaje de
nostalgias
El viento aletea entre la
hojarasca de los sentidos
Y los astros como gotas de lluvia
refrescan los sentimientos.
Dentro del cuerpo la antigua
ansia de claridad
Contiene constelaciones, hilos de
voz sin tiempo,
Eternos cielos y alientos de piel tersa y macerada
Anhelos transparentes en las
venas.
La sutil claridad entra en las sienes.
XII
Tierno soñar pusiste en la maleta
La tarde de otoño en que tu voz
se quebró.
Golpeaste las paredes con la
tristeza de un amanecer de olas.
Herido del ensueño, acariciaste
con nostalgia los pétalos del alma.
El humo del suspiro dibujó en la
penumbra
Un rostro dolorido y tu palabra
se hizo sombra
Entre un ramo de marchitos
latidos.
El poniente está triste y tus
costillas son oleada de sal.
A los ojos se asoma una plegaria de agua.
Viaja la vida hacia la mar.
Hay un aroma de viola acariciando
la piel del alma
Y un oscuro camino de cipreses
ocupa el horizonte.
Tierno soñar en los jardines del
deseo.
Estremecido, el corazón recoge la
cosecha
De las ramas del tiempo.
Hay un aroma de paraíso lejano en
cada puerto
Y un mensaje de albatros en el
alma, en cada travesía,
Un sueño de inquietudes lejanas
en cada partida.
Una pasión que empuja por los mapas de la tierra
Las ansias de la vida. El corazón
alegre coge las barandillas,
La mirada traspasa las
sierras y los días.
Pero en el fondo del pecho, el
cielo y la mar son negros.
Sólo un rayo de endebles
esperanzas atraviesa el misterio.
El paisaje de la vida se va
alejando en temblores
Y vaivenes, sobre la inmensa
sima.
Cambiarte los zapatos en la
escalera de la vida.
¿Hacia dónde?
¿Qué importa?
Sólo un gesto en las manos.
Adiós.
XIII
Ya has visto el fondo
Solo turbidez
Y arriba el aire
Que exprime la humedad del duro
aliento
De rama en rama
Recorriendo el camino
El eco canoro del alma
Que va desde la tierra a la
piedra
La sombra que protege los sueños
Y el fondo oscuro donde pone
Su retina el afán
El hombre pelea contra el viento
Los sufrimientos, la piedra
Le arrastran contra el fondo
Como un dios caído contra el
suelo
En la penumbra del desconcierto
XIV
Agosto marca con su ardor
Mordeduras de sol entre la siesta
Líneas interminables de agua
reposada
Neblina de canícula
Noche tersa y azul
Rebosante de fiestas y
luciérnagas
Huele a caricias
Bajo la cabellera fugaz de las
estrellas
El paisaje tiene recuerdos
recientes
Y las espigas se mecen
En el afán de la tierra
El viento atormentado
Llena el espacio del bochorno
Y se trenzan los sueños
En ese ahogo de cigarra
Que se expande en el alma
XV
Sol de la mañana, tibio,
sol de invierno cariñoso,
desborda tu luz el marco de mi
ventana:
Ancha calle que en sus brazos
encarama el ritmo frío de invierno.
Un tierno impulso de sangre recorre la geometría
del paisaje
y el corazón se pasea por el
bosque de las vidas,
recorre cada rincón de la casa del recuerdo.
La habitación adornada de luz
matinal, de muebles viejos, de deseos y ansias
va cerrando lentamente las heridas de los sueños.
Un temblor de dioses viejos
recorre las vitrinas de vidrios antiguos
y el alma va abocando su licor
tembloroso en las copas del tiempo.
Va destilando la vida su perfume
calmoso en los floreros.
El camino del cuerpo aprende la
pasión de los números del calendario
A lo lejos oigo un llanto y entra
de golpe una pena por la ventana.
En el pecho una brecha de
tristeza.
Aún la escarcha pone luz fría en
los ojos y un pellizco
en la piel de la habitación.
La mirada y las arterias se
anegan de recuerdos.
Ansioso de sol el cristal del
invierno pone vaho
en los rostros de la calle.
Hombres solos, caras ateridas,
mujeres solas. Ritmo de aire.
Las manos recortan los gestos de
un caminar huraño.
Son los tumbos del ruido
callejero
Por las húmedas aceras.
El contraluz entra en el espíritu
con levedad de humo.
El viento trae palabras oscuras
que entran por el alféizar de la
ventana.
Bambolean los sentimientos.
Invierno, mundo, ansia,
recuerdos, dolor, corazón, vida.
El temblor de la chimenea lanza
pavesas de caricias al cuerpo.
Da un regusto de alegrías
prendidas.
Nostalgia es la música que
enzarza emociones lejanas del pasado.
Tiempos de amor, momentos del
corazón cabalgados por los días,
melancolía en los latidos.
Sol del mediodía interno.
XVI
Un instante de aire que afina los
martillos del corazón.
Una lluvia de tiempo que remueve
las costillas de la desolación.
Un estruendo de melenas que
invaden el cielo en los sueños.
Un silencio que recuadra el
horizonte ( al despertar el alba).
Un estertor interior que sacude
cada instante de decepción.
Un lugar de sombras locas que
recorre las acequias del recuerdo.
Una ristra de momentos que
encadena los paisajes de la infancia..
Una selva de columpios en la
melancolía anciana.
Un espinazo de esfinge que
aguanta el misterio del dolor.
Un clamor negro que encrespa el
contorno del afán.
Una valla de cipreses que sombrea
los escombros de la vida.
Una mujer esperando, tendida en
el arenal.
Un golpe seco y cortado que
retumba en los timbales del vientre.
Un latido en el paisaje rítmico
de las pupilas.
Un espacio de ecos viejos donde
se lamenta el alma.
Un instante de estrellas en la
música del corazón.
Un jirón de añoranza con perfiles
de ceniza.
Una sirena húmeda atrapada en el
hilo del teléfono.
Un tizón humeante entre las dos
rodillas.
Un velo ansioso flotando
alrededor de la cintura.
Una mano cariñosa.
Un caballo sobre el viento y un
hombre sobre el cemento.
Una canción que murmura: “Es la
vida…”.
Una palabra que cura los daños de
las heridas.
XVII
Las calles anchas y largas
Que bajan del monte al mar
Llevan aire, llevan luz,
Llevan fuego oculto y sueños.
Baja la vida por ellas como un
torrente sin freno.
Rueda el mundo
Reunido desde lejanas montañas,
Desde las lejanas playas,
Desde extrañas avenidas
Que envían su voz, sus rostros
Retales de sus tejidos:
Rincones…Recuadros rotos…
Urbana piel, perfiles móviles,
leves gestos de mujer.
Voz ronca.
Todo el tiempo se amontona
En viejas piedras, voces
perdidas, gestos desahuciados
Registro recuperados, rechinante
fragor.
Mapa multiforme de árboles,
Rodal de algarabía y atardecer de
tejados sin horizonte.
Los ocasos escondidos ya no
tienen arreboles
Y en el inmenso mar de
pensamientos y ventanales
Se amontonan latidos largos y
angustias,
Palomares orgullosos y tristes
rostros cautivos y puñaladas.
Las calles anchas y largas van al
corazón,
Llevan sangre y la gente las
recorre
Con ansiedad que le embriaga.
Lacera el alma con sueños.
¡Víctimas de las plazas!
Son los rumores de la ciudad sin
río.
XVIII
Rincón oscuro donde acaban las
calles.
Una farola tenue y un amor de
ventanas.
La melodía en tu boca acariciaba
el alma.
Tu cabello era el viento
Y la esquina tu talle
Cuando el rumor del aire
Recorría tu carne
Y rodeaba los sueños
De inquietudes
Y acariciaba el alma candente.
Escondidos amantes
Deshojaban lejanos secretos
Y encendían las turbias pasiones
del corazón.
Los rumores oscuros de las
ensoñaciones
Y el placer de tu nombre
Endulzaban sus labios.
La música tejida por los latidos
ebrios,
Abrumaba el piano de tu piel.
Lloraban melodías que ocupaban el
paisaje.
El cielo tembloroso debajo de los
pies
Se llenaba de árboles y ángeles.
XIX
Estaba herido el tiempo.
Entre tus manos la tristeza era
el borde del corazón
Y en el rincón oscuro del olvido
Abandonada la ilusión.
El humo que escondía los pálidos
reflejos del dolor
Enturbiaba la mirada con sombras
del soñar.
El eco del querer golpeaba tu
nombre
Entre las sienes de un terrible
paisaje
Sombrío de caminos y recuerdos.
Música tenue del rincón del
olvido,
Amargura de flores marchitadas,
Vana pasión.
Las estrellas perplejas,
parpadean.
El cielo es un telón
Y en la calle el golpear del
viento lleva el son
De los recuerdos viejos del amor.
Por la calle pasea la nostalgia
Y una lágrima borbolla
Bajo el amparo de un farol.
Una ventana claroscura
Por la que todo pasa y se aleja.
Una ventana con rejas.
XX
Y levantar la cabeza
En esta gran marea
De olores y ruidos
Corazones y árboles
Y recoger el aire libre
Balcones vacíos
Rostros y mareas de empujones
Un horizonte quebrado
De dudas, esperanzas y pasión
Un camino de siempre
Las calles ramificadas
Con la pátina del tiempo
Las piedras
Las palabras incompletas
XXI
Cuando llegué, llovía,
ancha como el gentío, la calle
se llenaba de gotas de luz herida
y una extraña melodía mezclaba
gritos y notas, rumores de la noche
y ruidos llenos de agua,
de cristales, de amigos.
El cielo temblaba frío
y los olores urbanos acariciaban
el rostro.
Agua y barro en los zapatos
y un viento frío en las manos.
Saludaban los hombros mojados
y sorprendía a los ojos
el grueso manto de la noche.
Calles, casa extrañas, retorcidas
piedras.
La calle es un largo río
que arrastra bajo sus aguas
misterio, dolor y desazón en el
alma.
El viento se llena de campanadas
Y el corazón golpea
los telones de la noche.
Los árboles chorrean
Y yo miro las lejanas rendijas
del ansia.
Bajo la noche, el deseo
abre las ventanas del vuelo de la
emoción
y los destellos del alma
conturbada
son arrastrados a las playas de
la vida
donde comienza la mar.
XXII
Aquel callejón oscuro tenía un
farol sin luz.
Al fondo un silencio húmedo
y la pátina del tiempo
recubriendo las fachadas.
En la acera había una flor
y un montón de sensaciones en el
oscuro rincón.
Los recuerdos escondidos detrás
de aquel portalón
y unas sombras recostadas delante
de la ventana.
El viento rasca los muslos
y el amor llena el rincón que
guarda música y sol.
El silencio es suave y me acaricia el aire alrededor.
XXIII
Yo he visto la avenida
como un río de gritos,
viento que se eleva o barre,
ojos entre las rejas
de los viejos jardines,
apretones de ansias
en las esquinas
zarpazos de furor
entre los dedos
XXIV
Me he perdido en el sueño
Me he dejado llevar
Como un puñado de vilanos
Arrastrados hasta el final del
cielo.
Allí donde caen los pájaros cansados.
Espejuelos que engañan, pisadas
inseguras
Y miradas vagando en las esquinas.
Rostros aturdidos y tristes en
los que el cuerpo errante
Busca carne, terreno o piedra.
Los faroles oscuros se pierden en
la noche
Mientras los ojos ciegos tantean
La vereda que está aún por hacer.
La frente macerada por los golpes
del tiempo
Busca viejos recuerdos donde
poner los pies.
La larga hilera de árboles
cautivos
Recorre los senderos del corazón
desorientado
Y la noche acaricia una luna
engañosa
Sin horizontes ni destino.
La bruma envuelve los latidos
Y los pasos se pierden por las
calles oscuras
En las que empuja el peso de la
vida.
La esperanza aturdida se angustia
Y el horizonte negro y lúgubre se espesa
Y en el alma se clavan rejones
Y no se sabe a donde ir.
XXV
Y las calles van rodando hacia la
mar
Por las esquinas de todos los
olores.
Tienen las farolas un parpadeo
febril en la noche
Tienen el aroma viejo de besos y
de antiguas flores
Bajo la brisa loca en sus
revuelos
Roba las esperanzas y trae
anhelos
Junto al chaflán
Una lluvia de pulsos cae bajo la
luna
La luz tirita
Y blanquea las manos que acunan
tus senos
Hoy, de noche,
Se funden en los recuerdos las
esquinas de hierro del jardín
Con las estrellas ciudadanas
Chispean entre tus brazos
Los balaustres florecidos
Y un golpear de luciérnagas se derrama
por las ventanas
De un paisaje conocido y sereno
De paseos joviales y sedientos
Hoy es el mismo viento
El que mueve las ramas y las
hojas del alma
Lo demás ha cambiado
Aquello permanece en el recuerdo
Rumor de claroscuros plátanos
Y un trayecto de taxi viejo
En el acelerado corazón
XXVI
“He dicho que la ciudad estaba
fundada sobre una meseta de piedra.”
J. L. Borges
La piel de la ciudad desgarrada.
Tiene rasgones anchos
Por los que asoman piedras de
pueblo viejo.
Pasado en que se pierde la vista.
Rotos que gotean las huellas.
Marcas dejadas por las almas.
Pedazos mágicos de herencia :
los cimientos de la voz
escondidos
y el sentido flotando en los
mismos aires milenarios.
Tal vez los mismos gestos
perdurables
Quedan en un rincón de la tierra.
Remanso de la atmósfera.
Mar golpeada
Y rodales en que emanan las
emociones viejas.
Arcanos que retornan.
La codicia de tocar el suelo bajo
los pies,
Las mismas caricias,
Las mismas flores,
Las mismas nupcias,
Una brisa de instantes que
revuela las sedas y los cabellos
Relumbra entre collares y de
ajorcas.
Las mismas galas,
Las mismas inquietudes bajo el
ocaso:
Abrazos que en el viento se
marcharon.
Y sin embargo, de todo eso,
Quedan los átomos en las venas,
En los ojos que miran
Las aristas de las piedras
Y los gestos en mármol encarnados.
Y en las facciones que sombrea
El sol poniente de la tarde,
palabras.
Palabras… que le dejaron las
horas y los siglos.
XXVII
y levantar la cabeza
en esta gran marea
de olores y ruidos
corazones y árboles
y coger aire libre
sol desvelado y balcones vacíos
rostros y olas de empujones
un horizonte quebrado
de dudas y esperanzas y pasiones
un camino de calles empinadas
con montañas y bosques en el
fondo
la pátina del tiempo en las
mejillas
piedras, palabras, gestaciones
XXVIII
Los árboles tienen ramas de melodía
que se elevan con suavidad
empujadas por la brisa del alma
y el cielo que entra en los ojos,
cuelga desde los límites de las estrellas.
Hasta el enloquecido carnaval cotidiano
tiende la sombría cortina del silencio.
El río que lleva los gritos
va entretejiendo olores y humedades,
se enturbian las ventanas
y el rostro recibe el deformado gesto del temor.
Ya ni el canto vacilante se acoge en los mantos del oído.
Un arco de deseos inservibles se convierte en ruido.
Procesiones de fieras, largas filas de orejas,
chozas abandonadas, aires ennegrecidos...
En los cuerpos desnudos mora el templo del tedio
y la tibieza se va por el mundo de los hierros.
Desde el pequeño pecho se estrella el paisaje
de los gritos que vagan por la hierba
y, vacilante, el bosque de pasiones
se concentra en el haz de las palabras.
Violín animal de verde ritmo
que se esconde en los angostos rincones del recuerdo.
Va ordenando calles y praderas
abandonadas al olvido.
En el múltiple azar de los desvanes,
los paisajes aprisionan las almas
y todo entra y sale por los pasillos del sentido
hacia un destino de melodías ocultas
en la penumbra de la noche.
La cabeza aturdida por el ruido,
el corazón atenazado por la herida,
la vista troceada por los vidrios,
las manos alcanzadas por el hielo...
Quizás alcanzara el tiempo un pedazo de vena
o un otoño de ansias,
quizás la temblorosa quietud de las estrellas.
XXIX
Las lágrimas llenan el cielo y una ventana clara
recorta el panorama. La luna pone
una sonrisa
en el horizonte.
Cuando las calles insisten en juntar los rostros anónimos,
encerrando el destino, abren una rendija opaca.
Todo es arena y los pies rozan las alas que los ángeles
despliegan en el alma. Se troncha el árbol,
de la emoción y un profundo entrechocar de tormentas
amplía sus rincones.
El hilo del dolor
tuerce el gesto y fía una vuelta más al corazón.
A través de las ventanas entra la canción
de paisajes lejanos y viene el
viento
atravesando los campos del olvido.
Las diminutas lágrimas viajan por las nubes
y las flores renacen en los límites de las estrellas.
Caen a los pies todos los vidrios de la nostalgia.
Y los prados de los ojos se tiñen de tristeza.
Un temblor de cristales
inunda la larga habitación de las pasiones.
La terca imagen se refleja en el agua del sueño
y la desvaída arena del deseo
inunda de lágrimas el cielo.
XXX
En un recital
de José Hierro
No había espejos, solo ojos,
y ese recio contar sus versos
con su gran voz de
acero.
Muchas miradas fijas en la emoción
lejana de su pecho.
Venían los reflejos
por la estrecha rendija
que colaba el resuello.
En su voz navegaba
sólido y leve el tiempo.
Las manos recogían las palabras
que en el viento flotaban.
Escurriéndose leves por sus dedos ,
los sentimientos
y las luces cruzaban
el cauce de los verbos.
Hasta entrar en los ojos,
una estela de gestos
cruzaba el invisible eco.
La emoción golpeaba
en el tambor del alma.
Su perfil era un rudo
compás en la velada.
Y el corazón entretejía latiendo
las palabras.
Su voz era de hierro.
XXXI
Sol de la mañana, tibio. Sol de invierno, cariñoso.
Desborda tu luz él marco de mi ventana. Ancha calle
que en sus brazos encarna el ritmo frío de invierno.
En tierno impulsos, la sangre recorre la geometría
del paisaje y el corazón se pasea por el bosque de la vida.
recorre cada rincón de la casa del recuerdo.
La habitación adornada de luz matinal,
De muebles viejos y anhelos,
va curando lentamente
las heridas de los sueños.
Un temblor de dioses viejos
recorre las vitrinas del deseo
y el alma aboca licores viejos
en las vasijas del tiempo.
Va destilando la vida su perfume calmoso en los floreros.
El camino del cuerpo recoge las pasiones
y las rosas del recuerdo.
A lo lejos se oye un llanto como una brecha
de viento en el reloj.
La piel da la habitación se llena
de arterias. La mirada gira ansiosa de sol
hacia el cristal de invierno
y pone vaho en los rostros de la calle.
Hombres solos, caras ateridas, mujeres solas.
Ritmo de aire
y las manos cortan los gestos fríos de un caminar huraño.
El contraluz entra en la paz del alma
con levedad de humo.
El viento trae palabras oscuras que chocan con la
ventana.
El temblor del fuego lame la piel del cuerpo,
y la melancolía los latidos del tiempo.
XXXII
Calles anchas y largas,
el monte y el mar quebrados
por las piedras, por los ruidos.
Aire y luz que vagan en los
sueños
por los que rueda el mundo.
La piedra reunida
trenzando los retales del tejido:
Rincones, paredes rotas, ruinas
escondidas.
Por la oscura luz de las esquinas
cruzan voces roncas y gestos de
mujeres doloridas,
perfiles turbios que agitan
la tristeza de otoño de las
avenidas.
La piel urbana tiene
un bul1icio de ojos
que danzan entre el cielo y los
zapatos
persiguiendo los mil rostros del
tiempo.
Una sombra furtiva rebusca
la voluptuosidad
entre su alma de placeres
impedidos. Un perfil consumido
hace el esfuerzo de levantar el
día.
El mapa reúne los árboles cansados
en un atardecer de tejados
carcomidos
y en el inmenso mar de ventanales
se amontonan angustias y latidos.
Las calles anchas y largas
van al corazón y la gente las
recorre
arrastrando el olvido.
XXXIII
Las luces de la calle
van dejando,
húmeda soledad
en el hondo abanico de los ojos.
Tenue ruido de relojes
rodea las esquinas
y a lo lejos las sombras suenan
con apagado eco de cartones.
Las ventanas se esconden
como rotas estrellas en las nubes y
el silencio te aplasta
por turbios callejones sin salida.
Por la noche el cansancio
se abraza al esqueleto
acumulando los fracasos del día
y arrastrando la esperanza
hacia rincones perdidos.
Yo sé que es triste la noche
por las aceras solitarias,
que el silencio lanza mordeduras
de lobo hambriento al alma,
pero a veces, cuando los astros se convocan
y el viento caprichoso
te conduce por sendas ignoradas,
de aliento lúbrico,
sobre la piel del cuerpo
caen pétalos de pecado
que perfuman alegres
las paredes de la pasión
y la entreluz del alba.
XXXIV
MAS ALLÁ DEL TIEMPO Y EL COLOR
Cara de sonrisa dulce,
un gesto de indecisa luz
y el temblor en las pupilas
En el centro del talle el corazón
Formas diligentes en el cuerpo
En un rincón de la calle
Sueños, nieblas y recuerdos
Que han cambiado
Sensaciones, sentimientos
Sombras de la rueda del tiempo
La penumbra de la magia mueve el aire
El estupor de la piel se esconde
Entre los labios que tiemblan
Palabras entrecortadas
Los aleros que recortan trozos
oscuros de cielo
XXXV
Gris y lluviosa
Mañana melancólica de octubre
Chapotean los zapatos en las calles
Y lejanas repican las campanas
Pasan tristes las caras por las aceras
Y las hojas secas yacen en el barrizal
Lagrimean las fachadas de las casas
Y el algodón ennegrecido de las nubes
Cubre el cielo
Las gotas de agua brillan en las ventanas
Como tus ojos en el fondo de la sala
El agua turbia va rodando por las calles hasta el mar
Lloran los árboles
Llora el viento
Lloran los canalones
Y en el aire inquieto y húmedo
Los olores de la tierra mojada
Se mezclan con un suspiro
Los recuerdos han huido como un pájaros con frío
Y se alejan los años como los árboles del camino
Mientras el alma llora
La tristeza del tiempo perdido
Llueve y el agua va rodando
Desde el monte hasta la mar
Y los ojos humedecidos
Brillan apenas cuando cae la tarde
Por las calles grises y sucias del arrabal
Con un rumor sordo
Con movimientos negros
Se llevan en los hombros
El ataúd.
XXXVI
Las tengo aquí
Fruncidas en la frente
Frenéticas las ansias....
Y entrecortada el alma
Las sombras enredadas
En los resuellos del redaño
Arrancados por
La dolorosa presión de la pena,
Quejumbrosa
Que empuja las paredes del pulmón
Se inclina ante los ojos
El inmenso mundo destruido
HÁLITO
I
Flamas de piedra antigua
que se abren y cierran
como la luz del día
con el sol
con el soplo de vida
que empujan, desde la mar, las brisas
al tiempo
a los lentos avatares de los días.
Crepúsculos
encerrados en oscuros callejones
que conducen recuerdos
y pulverizan los siglos.
Los lóbregos rincones por donde
han caminado ánimas, leyendas, mitos,
penurias, traición y muerte, gestos
y vanidades.
Escondidos lugares, que desde el viejo impulso,
heredan el contorno
que la sangre impulsiva
va conformando
en manos de alarifes, canteros, alfareros
e insaciables vecinos
que con sus manos tercas
dan formas conocidas
a la tierra .
II
El poder es la piedra
que resiste los años
y encadena los rostros de las generaciones.
Pasando por los largos caminos
Que recorren el tiempo
Y recogiendo trozos
De lejanas palabras que flotan en el viento.
Atravesando calles
Con los ojos abiertos
Para beber las cosas que flotan en los huecos.
Henchidos de todos los colores
Que caen sobre el cuerpo.
La antigua fuente
Brota en el fuego
De los anhelos.
Y el corazón atareado por los sueños
Va
recorriendo
el
cielo.
III
III
Calle de la nostalgia,
la luz del sol se recoge
y va entornando suave
el blancor de las fachadas.
El viento mueve las flores
sorprendidas de la tarde.
Se rompió de golpe el aire,
y los pájaros se fueron
a esconderse entre los árboles.
El recuerdo de su rostro,
entrevisto en la ventana,
la nostalgia de aquel día
de lluvia, otoño y tormento,
la última vez que le vieron
asomada a la ventana
entre claveles de plata
cabellos de alegría.
Un doloroso vacío
se clavo entre mis espaldas.
(Ay! calle de la nostalgia
en la que se acaban, rotas,
las copas de la esperanza.
Las ilusiones marchitas.
(Ay! nostalgia de los días
en los que se es feliz
y no se siente la herida.
Ella se fue nos sé donde
y los balcones gimieron
entre el olvido y la noche.
Se quedó la calle oscura
sin faroles y sin flores.
(Ay( calle de la nostalgia
los latidos se me encogen
cuando recorro tus piedras,
cuando golpeo sin respuesta
los rodos aldabones
de su puerta.
IV
La lluvia cae de nuevo
sobre la tarde gris,
dejando estrellas vivas en la acera.
Cae y refresca
las almas sofocadas y los campos.
Cae retumbando
en el cristal azul de la mirada.
Las gotas como lágrimas
de una profunda pena
encerrada en el oscuro aire del
otoño.
Caen desde las nubes
que ocultan el sol y las estrellas.
La lluvia cae de nuevo sobre las
muchedumbres
que vagan por las calles
sin anhelos.
Cae melancólica,
apagando los troncos encendidos,
sobre las aguas de los ríos,
sobre la arena del desierto,
sobre mi corazón.
V
Estaba el tiempo herido entre las
manos,
la tristeza en el borde de tu
corazón.
En el rincón oscuro del olvido, la
ilusión.
El humo que subía en pálidos
reflejos
emborrachaba la cabeza, llenando de
sombras el soñar.
El eco del licor golpeaba tu nombre
entre los muros de un terrible
paisaje
sombrío, de recuerdo heridos.
Música oscura, flores tronchadas,
espacio dolorido de la pasión.
Las estrellas perplejas.
RESQUICIOS
I
Abres la puerta,
en el oscuro quicio,
como fina hendidura
que rasga al negro
velo
da los tiempos o el trapo negro
del presente, rebuscando
una rendija, clara
como los brazos de los amantes.
Brazos como bucles lacios,
exacto esfuerzo que busca,
amontonando días
la claridad o el más ínfimo
espacio
por donde poner sobre una silla
al corazón y rebuscar
el hondo trasiego de la mar,
entre el ámbito difícil y feraz.
La raíz del impulso,
la razón del latido,
los fríos actos que prolongan la
vida,
llevan por el torcido cauce de
los días
al consuelo,
a la resignación de querer
derrotar
los trágicos designios de las
catástrofes.
II
MALQUERENCIA
Por el mundo
va rodando la noche
con el corazón triste
y la cara adusta
y altanera la frente coronada
- pensamientos y espinas -.
Una tristeza enmarca
el fracaso del paso
ilusionado en la fe adolescente
- vida, camino, amor -.
[ Cuánto humillado, vano,
¡oh! tiempo cruel en los delgados
murales de los llantos. ]
Delante va arrollada
la sonrisa del viento
y el peso ahogado del latido.
El oscuro y cansado
paredón del suspiro
que envuelve las miradas
y rueda por el mundo,
como una espada,
incesante y aguda.
III
REQUIEBROS
El mar que ondula
el suave contoneo,
refleja por tus ojos
los abismos amargos
de los silencios.
¿Dónde quieres dejar
el aire inmenso,
el torrente incontable
de deseos, de aires,
de querencias y olvidos?
Estas líneas que trazan
el horizonte opaco
en el filo cortante
de tus ojos.
El abanico mueve
las discreciones.
¡Deja de ser febril
sobre el inmenso valle
de la penumbra,
este valle
déjalo ya¡
IV
ESQUIVA
¡Ay!
Gestos de
despedida,
con el golpetazo cruel
del hierro.
Las costillas
y la mentirosa cara
de la venganza
escondida.
Indiferencia.
El turbio afán del
abismo
que hace en la boca caminos.
Tú, que miras con locura
las trazas de amor y olvido,
despectiva y sonriente,
cegando el caño y la fuente.
TRES RECADOS
V
cordialmente
en domingo
El sol lanza su eco
en la tarde de marzo.
El mar deja sus ojos
dentro de la ventana
sin ni afueras ni adentros...
la ventana del viento.
Disculpas que tiene el aire
en el fragor
oscuro del crepúsculo interno.
Un desliz de arena fina
deja falacias de huellas.
Abandonada en el tiempo,
cuajada la página de la vida
- la estampa de sal y agua
que dejó el viento en las manos
-.
En el resbalar del tiempo
se olvida el mar
entre el cielo.
VI
con
amistad
Las palabras hervidas
al calor fragoroso,
- calor del
sentimiento -.
tienen, en esta
tarde
fraternal del café
y del afecto,
un laberinto
dentro.
Se equivocan, a veces,
el habla, la mano, el lapicero,
el abrazo, el aliento.
Las personas del corazón por
dentro,
Rezuman, con paso incierto,
el cansancio que invade el
horizonte
del ocaso.
!Qué decir
cuando el zapato,
sobre el cielo,
tropieza
con las piedras
de un momento
agorero!
VII
con
afecto
Ahí, en lo fraternal,
en su trazo continuo
de importancia y humor,
está la luna clara,
escondida en el quicio,
en las noches de
viva algarabía,
y en los ratos de brillos y
nocturnos
que empaquetan los vidrios
recogidos
y trasiegan memoria al corazón.
Allí resbaló la fuerza
y dando eses la lengua,
trepidó la erre y la equis
en las falacias someras
que llevan el almidón
hasta los pliegues del alma.
Amigo, amigo
¡Cuánta distancia de mundo
hay entre el corazón
de la gente!
VIII
VARIANZA
En el pedazo de
aire iluminado
la mujer era un gránulo de
piedra,
los perros paseaban sus aullidos
por los ahuecados rizos del
jardín
y un ruido tormentoso de
automóviles
tendía los tentáculos de la
tristeza
por las ventanas borrosas
y somnolientas.
El tamarindo con estrechos brazos
tendía sus temblores
por el aéreo camino de las
rendijas.
El peso de las lágrimas
atormentaba
el fugitivo camino
donde se pierde la eternidad
que aguijonea la
vida.
El humo que rodeaba
las palabras
y formaba con los
sueños
escapados de las manos
los pórticos de la noche.
En el pedazo iluminado
de los mares del pecho,
anchos como el desierto,
caían los granos de la sal
que rodaban por la cara.
Llegaban al mar profundo
de la pena
que deja
un montón
de huesos
en las lágrimas.
IX
LA MIRADA QUEBRADA
EN EL TEMOR DEL OLVIDO
Era la esquina
oscura
donde el aura, perfil
adolescente,
aguardaba
con el temblor
de unas flores de
olvido
en la mirada.
Sus ojos buscaban
en los anillos de
la lejanía
las riberas
ansiosas de la respiración
y las promesas de
amor
desencajadas
entre los gestos
del corazón.
- El tiempo pasaba
con los brazos
enterrados en el
olvido
y la muchacha tejía
la media noche
entre sus cejas -.
Su alado rostro palidecía
y regaba los lirios de
la desesperanza.
Pero caía la ceniza
y un aguijón de olvido
laceraba la carne
de las diosas heridas.
Por las esquinas oscuras
nadie llevó sustento
y la luz
se perdió
en su cráter
de volcán
destruido.
X
Sidi Hamed
días de tormenta
gris,
de ventisca y de
pena,
de arena y de tristeza,
de sangre,
de sol poniente y
dunas,
con óxido de tubos
metálicos
y agujeros,
¿ hasta dónde
llegáis... ?
Las manchas de
sangre
saben a luz de
cuchillo.
sueños de la mar,
inmensas dunas que
esconden
el crimen
lluvia, llanto,
de sidi hamed,
corazones de niño
en el barro
Coro,
corazones de niño
en el barro
CORO:
- Corazones de niño en el barro
ORO:
- Corazones de niño en el barro,
niños asesinados.
XI
XI
TIEMPO DE OLVIDO
Sobre los montes,
los ojos de los cielos
están abiertos
y el viento lagrimea
sus rincones llorosos.
La vía láctea se enreda
en tu pecho de Agosto.
-A las ocho del alba
subid al campanario
mi sufrimiento -.
No quiero ver
el oscuro terror
de los lamentos.
Solo tengo en mis manos
mis versos y tu fotografía
y, en el suelo
la tristeza tendida.
- El nido que la muerte
depositó en tus hombros –
No quiero ver
cómo lloran los jardines del
pecho.
No puedo.
-A las ocho
tirad mis sufrimientos
al cementerio.-
XII
RETRATOS REPENTINOS
I.-
Andaba lentamente
- era risueña-
y sus facciones tenían
un color sonrosado
que incendiaba los labios.
Escondía el repullo
de sus facciones tibias,
abriendo el corazón
por los huecos del sueño.
Corazón sorprendido
ante la vida.
Era carne desnuda
que llevaba en los ojos
una tristeza muda.
El profundo dolor
de un amor de recuerdos
dormía en su silencio.
………………………….
Andaba lentamente por las calles,
Huyendo - miedo y tedio -.
2.-
Se bañaba en las sombras
de las persianas,
jardín oscuro y tibio
de sus palabras,
persiguiendo
las duras esperanzas
de la mirada.
En sus ojos
nadaban las sirenas
de las plazas sin playa,
donde los ojos buscan
el agua de las lágrimas.
Una muchacha blanca
con la sangre dorada,
esperaba en sus brazos
las olas de las ramas.
3.-
frunció las cejas
y aplastó la colilla con los
dedos
sus ojos se turbaron,
entre las luces negras
del espejo
un oleaje denso de suspiros
se quebró por los muros del
viento
océanos del pecho
do nunca brilla el sol
miraban con nostalgia
los floreros
y abrazaban los sueños
con un dolor de estrellas
en los prados risueños
relámpagos de ímpetu
trajinaban su nuca
y hundía sus latidos
en la melancolía de las nubes
que cruzan las ventanas
(las tardes del
recuerdo.)
4.-
La ventana
entreabierta
buscaba el
horizonte del tiempo.
(El sol se
resguarda tibio
entre los pinos sin viento.)
Una caricia suave
que abre el fondo
del pecho
desataba el botón
del sueño
y entraba por los vidrios y los
postigos.
Estremecía el silencio.
- y el movimiento lento
de sus cabellos negros
se adueñaba del aire,
del alma y del aliento – .
Borrosos lazos de abrazos
cerraban la luz del cielo
y los rincones se abrían
con los latidos sedientos.
Y doblaba su cabeza
sobre aquel mármol mugriento.
XIII
PARA AQUEL NIÑO QUE PERSEGUÍA EL
VIENTO CON SU ALEGRÍA
La esquina de la calle
redobla sus sonrisas
y unos golpes de sol
bailan en sus pupilas.
Los niños, entre los plátanos,
pasean risas y bicicletas
por los senderos del alma.
Las sombras que se levantan
con una somnolencia melancólica,
elevan sus brazos lentos
por los altos ventanales
de las fachadas.
Los niños van distraídos
por las alegrías
robadas al paraíso,
ignorantes del ocaso.
Los niños revoltosos de aire y
griterío
empujan a los sueños
sin saber hacia
donde.
Como todos.
XIV
PARA LA PEQUEÑA OUE
IBA SALTANDO LAS FLORES CON SU MIRADA
BLANCA
CARNE DE OFICIO
Llevaba entre la piel
las rejas de una
cárcel
Mujer de hora
dormida
y repentina
historia
de ansias
turbulentas
y ausencias
carcomidas
Unas gotas de pena
soñaban en sus ojos
con color de arco
iris
y un hilo de ternura
flotaba por su aliento.
Recorridos abiertos
por el estambre lánguido
de sus venas, se enredan
naufragando en las aguas
de pasiones inmensas.
Una tormenta errante
debatía sus alas como una
mariposa
girando en los relámpagos
de sus latidos tercos
En un cielo de lirios
vagaba su mirada
latiendo entre sus pechos
un paisaje de velos.
Una triste alegría,
vagaba en sus mejillas.
y las huellas del tiempo
amarraban su piel.
XV
GOTAS DEL TIEMPO
Nadie quiere mirar
ni compartir el gesto
de un recuerdo
enterrado en las huellas del
tiempo.
El humo de las flores
lamiendo las paredes
y el sueño amarillento
prisionero en la frente.
¡Dejad la luna agonizando
en la ventana!
La carne suspiraba
por las sombras lejanas
en el cielo del pecho.
En un rincón de sábanas
el ocaso bermejo
tiene luz y sabores
de recuerdos
antiguos y de abrazos.
El temblor de la noche
esparce la soledad
por las venas,
todo queda encerrado
mientras los ángeles
de melodías destempladas
gritan gestos de flores olorosas.
En los labios,
imágenes del mundo roto,
entre los ojos,
un rayo de sol amanecido.
Blanquean las manos bajo los
cielos.
XVI
Retrocede la edad,
los cantos del camino hieren
y en la mirada dulce
se esconden las aristas
de los recodos de la vida.
Saltos y tropezones
en las sombras oscuras
del camino. Sol y nubes.
El tiempo saja heridas
en la piel del deseo.
La tierra entera sangra
y una flor de hojas tibias
se esparce bajo de las estrellas.
XVII
Tiene ansia ese gesto
de recorrer las calles
cogiendo en las esquinas
ese viento delgado
que enfría mi perfil
y pone la estatura en las
pupilas.
Cansar los pies hasta el límite
que trazan las almas y los
autobuses
contemplando las sombras que
envuelven
las fachadas del ensueño.
El mar de vidrio
se extiende rodeando los ojos,
los árboles, los pájaros, los
perros
y los ancianos que arrastran
la dolorida historia
de su cuerpo.
XVIII
El jardín tiene aire
de regazo
y en los parterres suenan
las risas de los niños.
Cuando en los días sin nubes
el sol mete los dedos
en esos ojos tiernos
y el tiempo claroscuro
bate sus alas lentas
por el espacio inmenso
el alma distendida,
con la cara brillante,
deja jadeando el pecho
y las rodillas sangrando…
la niña corre alegre
entre las flores.
XIX
EN EL ESPEJO
Extraño eco de la vida.
Con el alma ávida de trasfondo y
preguntas,
Se miran temblorosas las figuras
Yendo hacia el infinito.
Los abismo de la palabra
son sentimientos y deseos
truncados.
Todo lo acumulado chorrea
imágenes y reflejos
de un mundo de azogue roto.
Las espaldas resentidas,
los recuerdos arrugados en el
suelo
y las penas dobladas en la
percha.
La luz tiene el brillo fugaz de
una sonrisa
y en las paredes queda colgado
el reflejo de la noche.
BAILES
DANZA
ONÍRICA
Bailan los zapatos del amor
Enredados en las baldosas de la
juventud
Soles, lunas, estrellas
La claridad caótica de los
relámpagos
Explota en las entrañas
Y los latidos golpean las sienes
Al ritmo de las ansias
Los susurros
Tropieza con los pies
Y las manos recorren el sudor
De los nervios
La cuerda del deseo
Se tensa con el febril ardor del
sueño
Y el fuego crece
En la penumbra del pecho.
DANZA
INTERNA
Abatido e inmóvil,
con los pies atados
al duro suelo de plomo
hundido el cuerpo
en estas rocas duras del destino.
Herido por el propio vestido
y con la memoria hundida en el
ritmo
que golpea la tierra con los pies
olvidados.
El cuerpo hundido en los
cimientos
de otros tiempos.
Los ojos atados a los barrotes
del alma
y la voz incrustada
en las enormes piedras
que oscurecen el mundo.
Deja que tus manos
muevan las raíces
del turbio vino
que danza al son divino
dentro del alma.
DANZA
DANZA
Los brazos desnudos en el aire
El fuego extiende lenguas
ardientes
Los cabellos giran revueltos
Una serpiente ávida se yergue
Las telas del vestido van cayendo
en el suelo
Sonidos minerales vibran la carne
Brillan en el espacio las
sonrisas
Los muslos se estiran erguidos
desde el suelo
El viento tiene ritmos de corazón
violento
La cintura se rompe.
DANZA SIN MÚSICA
La noche baila con su aureola
luminosa
En silencio las líneas embrujadas
Recogen vientos antiguos
Y dibujan sueños olvidados en el
alma
Rosas de fuego en la mirada
Y en el campo inmenso de las
sombras
Saetas de alegría y rabia.
Severa
faz de lirio
Junco acariciado por el aire
El delirio y el misterio
Se entrelazan esta noche en el
quejido roto
Del silencio.
MUDANZA
La vida es
continuo cambio
Unas veces
para arriba
Y otras veces
hacia abajo.
El corazón es
un cajón
En el que se
mezclan el humo,
la fuente el
grito y el dolor.
Cada día es
nuevo el tiempo
Que engendra
la risa y el amor.
Y cada cambio
es un paso
De melancolía
y dolor.
Y cada ocaso
es un sueño
De pasiones y colores
Que entran por el cuerpo
Hacia el olvido negro de la noche.
NECESIDAD DEL
PANORAMA
“ …veo
hombres, algo así como árboles que se mueven…”
Marcos 8,
24.
¿Quién sabe como miraré tus ojos
aquel día?
Recordar cómo será la imagen.
Perpetuar en el aire
aureolas y luces
de la niñez.
Ver como miraré el recuerdo.
De las voces que decían
Palabras dibujadas en el aire
La línea soñada del mar
Las palabras que dijo
ando a tientas
mirando el lejano rodar del
horizonte.
Vuelo del corazón hacia paisajes
cercanos
entorno vivido
desde el tiempo del tierno
corazón.
Para poder volar en el perfil del día
Por los aires del tiempo.
Hace falta la tierra
Que sostenga tus pasos.
r e s q i c i o s
josé luis
ruiz castillo
1
1
1
1
1
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r e s q i c i o s
josé luis ruiz castillo
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